25 DE OCTUBRE: ESTOY AQUÍ, POR TÍ.

Lucas 12, 39-48 “Al que mucho se le da, se le exigirá mucho”

Lo más interesante de esta frase de Jesús en el Evangelio de Lucas, es que a todos se nos da mucho, y por consiguiente a todos se nos exige mucho. Pero ¿Cómo es eso, verdad?

Dios nos da la vida, la inteligencia, el raciocinio, la belleza, la sabiduría; nos llena de bendiciones cada día desde el momento en que despertamos. Dios que es vida, nos la ofrece como sus hijos amados, para que nosotros la usemos para hacer el bien.

Entonces ¿Por qué nos parece injusta la vida? ¿Por qué a mi se me exige más que a ti? Muchas personas nos hacemos esta pregunta y habrán miles de respuestas; yo quiero pensar que somos nosotros quienes decidimos ¿Qué tanto de lo que nos da Dios queremos aceptar, cuánta oportunidad le damos a Dios de que forme parte de nuestra vida, de qué manera nos dejamos afectar por sus deseos de bienestar para cada uno de nosotros, sus hijos? Esta sería una respuesta.

Si yo lo acepto, Dios me va a dar todo lo que necesito; porque Él no es un Dios que se impone o que nos obliga, no, Él es un Dios que nos da ese libre albedrío para decidir por nosotros mismos qué es lo que queremos para nuestra vida; sea buena o mala decisión. Y al final del camino, Dios está siempre esperándonos, siempre con amor deseando que lo busquemos y le hagamos saber que necesitamos su amor y comprensión, que nos hemos equivocado, que no aprendimos a perdonar, que condenamos a otros por justificar nuestros errores; Dios espera un corazón arrepentido, conmovido por el dolor de los demás, Dios quiere que pidamos perdón por el mal que hemos causado y nos exige que entendamos que es la paz del corazón lo que Él quiere para nuestra vida. Dios nos lo da todo y está en nosotros que le demos las gracias, que lo abracemos y le digamos que también nosotros lo amamos.

Propósito de hoy: Reconocer el valor que hay en mi y darme cuenta que es por medio de Dios que estoy aquí lleno de dones y virtudes para compartir con los demás.