4 DE AGOSTO: YO NO DUDO DE TI.

Mateo 13, 54-58 “Y se negaban a creer en él”

Conocemos muy bien eso de no ser profeta en tu tierra ¿Verdad? La primera vez que se usó esa expresión fue cuando Jesús predicaba entre su gente, en su pueblo y cuestionaban cómo es que se expresaba con tanta sabiduría, si solo era el hijo de José el carpintero y de María. Al ver que había poca fe y tanta incertidumbre, Jesús optó por salir de su casa y poder hablar con toda la autoridad de ser Él, el Dios verdadero, el Hijo del Padre, el mesías prometido.

Igual sucede en nuestra sociedad cuando las personas que nos conocen dudan de lo que podemos hacer, o somos nosotros quienes dudamos porque creemos que la gente sabe menos que nosotros, sin embargo, todos somos capaces de valorar a los demás por ser tal y como son, sin juzgarlos. Tal vez eres tú, quien juzgas a alguien por su pasado, o por su condición social y nosotros no somos nadie para juzgar a los demás, mucho menos si llevamos una vida donde sucumbimos a las tentaciones de la corrupción, del resentimiento y la venganza, si hemos perdido la sensibilidad ante el dolor de los demás, si nos reímos de aquel que se preocupa por sus padres y los cuida, o de quién ayuda en su comunidad. Hay tantas familias donde ridiculizan a los hijos, y éstos crecen creyendo que eso es normal, que deben burlarse de los demás, que los valores son para pisarse y jamás para cultivarlos y se les oye decir: “no quiero ser como mi abuelo, o como mi madre, o como mi hermano”, ellos que saben trabajar con el amor de Dios de su lado, con los cimientos de la bondad y la gracia de la fe en sus vidas.

Respetar a los demás nos ayuda a crecer sabiendo reconocer aquello que hacen los demás para el bien común, porque en cada esfuerzo y en cada acción muchas personas estamos siguiendo los pasos de Jesucristo y queremos ser testimonio de que su palabra es de vida eterna, de verdad y de amor.

Propósito de hoy: Recordar que no debemos juzgar a los demás principalmente por que no conocemos bien quiénes son.