10 DE JULIO: EL MILAGRO DE LA FE.

Mateo 9, 18-26 “Con solo tocar su manto, quedaré sana.”

Para la Familia Magdala, este episodio del Evangelio de Mateo nos toca el corazón de una manera sanadora, somos nosotros quienes tocamos el manto del Señor pidiéndole con gran fe que nos sane. Y no hablamos precisamente de la salud física sino de la del corazón, la del alma, la de los vicios y dolores que venimos cargando desde hace años y en algunos casos de generación en generación.

Tenemos aquí una capilla con la pintura maravillosa de Daniel Carriola que escenifica de una manera preciosa esta historia de sanación, que tal vez un día puedas visitar.

Cuando tuve la oportunidad de viajar desde el pueblo de María Magdalena hasta el pueblo donde se cree que vivió la mujer de esta historia que solo tiene el nombre de “La Hemorroiza” en Cesarea de Filipo, iba imaginando a esta mujer que estuvo enferma por 12 años, cómo debió haber recorrido esos 60 kilometros o un día caminando, llena de alegría, de gozo, de esperanza porque su fe la había sanado.

¿Cómo nos sentimos nosotros cuando salimos de una enfermedad? Nuestra alegría es plena, incomparable y solo tenemos palabras para agradecerle a Dios por el milagro de la vida. Esta historia siempre me conmueve porque si de una gripa, me siento tan bien cuando me alivio, no puedo imaginar lo que sintió ella después de 12 años de dolor, de pena, de angustias. Pensemos que cuando en una historia bíblica no aparece el personaje con nombre, es porque podemos nosotros identificarnos con ese personaje. En este caso podemos pensar en el tiempo que llevamos cargando una pena y que no la podemos dejar ir, en cuán grande es nuestro dolor que no logramos sanar, y en cómo la fe puede curar nuestras heridas, esa fe que enriquecemos al orar y al perdonar.

Jesús es el doctor por naturaleza y cuando le ofrecemos nuestra vida y le pedimos que tenga misericordia de nosotros, Él jamás nos voltea la cara, el está ahí para tomar nuestra mano y hablarnos de amor y de esperanza. Jesús vive en cada uno de nuestros corazones, nos toca creer en su verdad de vida eterna y en dejarlo actuar para nuestra sanación y alegría del alma.

Propósito de hoy: Quiero dejar que Dios actúen en mi y me ayude a sanar.