4 DE JUNIO: ERES MUESTRA DE AMOR.

Juan 3, 16-18 “El que cree en él, no será condenado”

Creer en el Hijo de Dios, es creer en la Santísima Trinidad, es creer en el Espíritu Santo y es creer en Dios Padre. Y creemos porque tenemos fe, una fe que nos es dada por la gracia de Dios.

¿Cómo anda nuestra fe? Es una pregunta que debemos hacernos con el corazón dispuesto a escuchar. Y eso quiere decir que abrir el corazón a las cosas de Dios, nos va a permitir vivir en un estado de enamoramiento hacia Dios, de obediencia ante sus enseñanzas, de querer sentirnos sus hijos amados y valorar que por medio de nuestra fe vamos a tener vida plena y eterna, que jamás vamos a morir.

El Hijo de Dios vino como muestra de amor, para ser igual que nosotros y poder experimentar el dolor, la angustia, la felicidad y el amor, vino para que nos identificáramos con un hombre que vivió para enseñarnos el mejor camino de salvación, para que en nuestra ignorancia pudiéramos entender que tan sencillo es amar a los demás y que tan grato es saber perdonar, porque se nos llena el corazón de paz. Jesucristo entregó su vida para que nosotros reconociéramos el amor y el perdón; para que lo imitáramos en la humildad con que sirvió a los demás, en la obediencia de las leyes que solo nos ayudan a ser buenos seres humanos, como  amar a los demás, como saber perdonar, como respetar a los otros y no desear lo que no nos pertenece, a ser honrados y justos, a tener en el pensamiento la voluntad del Padre y poder vivir sin atropellar a los demás.

Creer en Dios es abrir nuestro corazón para reconocer que estamos llenos de dones y virtudes, es saber que su amor es eterno y nos lleva a poder entender a los demás, es aceptar lo que no podemos cambiar y es vivir procurando ser testimonio vivo de su palabra de amor.

Propósito de hoy: Pedirle a Dios que fortalezca nuestra fe para saber reconocerlo en nuestro corazón.