31 DE MAYO: LLENO DE HERIDAS.

Lucas 1, 39-56 “Dichosa tú que has creído” 

La fe es de las gracias más importantes que recibimos de Dios, porque nos permite tener una visión más completa de su palabra de vida eterna, la cual fortalecemos con la oración.  

María y su prima Isabel creyeron en Dios sin dudar ni un momento y Él les dio la recompensa de la eternidad. Les permitió ser un conducto de amor para quienes fueron amigos de Jesús y para toda la humanidad, para ti y para mí. ¡Qué bien se siente que las personas crean en ti! ¿Verdad? Porque habla muy bien de la honestidad con que vives tu vida, de tu lealtad y de tu palabra. Y también habla muy bien de la verdad en la que viven los demás; de esa confianza que tienen en sí mismos y que les permite confiar en otros.  

Es así cuando caminamos al lado de Jesús y vivimos su palabra siguiendo sus mandamientos de amor. 

¿Cómo puedes creer en el amor si tienes una vida llena de heridas que te hacen herir a los demás? Es interesante este concepto porque sabemos que no puedes dar lo que no tienes.  Nadie puede dar lo que no tiene; entonces hay que reaccionar, hay que estar dispuestos para empezar a llenar nuestra mochila de amor, de compasión y de bondad para poder confiar en los demás a la vez que dar testimonio de la misericordia de Jesucristo por medio de la fe, para sanar nuestras heridas. 

Vamos aprendiendo a confiar en Dios, a saber que al creer en Jesucristo nos acercamos al Padre, y que La gracia del Espíritu Santo, espíritu de amor y verdad también nos lleva al Padre; porque es en su verdad que dirigimos nuestro camino a la vida eterna. 

Propósito de hoy: Confiar en que vamos caminando de la mano de Dios.