19 DE MAYO: TE TOMO DE LA MANO.

Juan 16, 20-23 “Pero yo los volveré a ver” 

Así va el Evangelio de hoy, que no hay que ponerse tristes cuando dejamos de ver a Jesús, porque va a regresar. Algo así como cuando los hijos se van a estudiar fuera de la ciudad, o cuando se van al ejército, o cuando los padres trabajan fuera de casa y se ausentan un par de días. No nos olvidamos de ellos ¿O sí? Sabemos que van a regresar, los tenemos siempre en el pensamiento y muchas veces en nuestras oraciónes pidiendo que todo salga bien y que regresen sanos y salvos a casa.  

Con Jesús es igual. Él no se va porque se guarda en tu corazón y en el mío. Y lo vuelvo a ver cada mañana que me dispongo a tener una actitud positiva, poniendo primero la presencia de Dios en mi día y encomendando mis acciones en sus manos. Le pido que no me suelte de la mano, que vaya conmigo mientras manejo o en el bus, cuando camino y llego a donde voy; dejo mi vida en sus manos para que la cuide, la proteja y me ayude a que su voluntad sea también la mía. 

Eso tal vez esto no lo entendemos muy bien y solo quiere decir que tengamos fe, y esa fe la vamos a alimentar con la oración y la Eucaristía; la fortalecemos por medio del servicio que damos a los demás. Te preguntarás ¿Cómo es eso? bueno, sencillo. Cuando tú ayudas a las personas que te rodean, estás practicando tus convicciónes de que la caridad y la bondad son parte de la gracia que recibimos de Dios. Y es por esta gracia que nos convertimos en testimonio de fe, de que Dios está aquí porque reconocemos que vive en nuestro corazón. 

Propósito de hoy: Fortalecer mi fe cada día con la oración.