9 DE MAYO: LLEVO CONMIGO TU PAZ.

Juan 14, 27-31 “No pierdan la paz, ni se acobarden” 

La paz es un don que nos ofrece Dios y nos dice en este Evangelio que somos receptores de una paz diferente. Y tal vez consista en que cuando somos personas de fe, tenemos la capacidad de saber que cada uno de nosotros estamos llamados a procurar la paz. Tal vez hay personas que creen que la fuerza en la voz y la violencia en la acción es una manera de apaciguar las almas, y es todo lo contrario. Una vez una señora regañó a un niño dentro del templo y el niño empezó a llorar; entonces ella le pegó para que el niño se callara y dejara de llorar. Bueno por sentido común si me golpeas tal vez voy a llorar más fuerte y para nada dejar de hacerlo. Pero muchos creen que la violencia resuelve aquello que no pueden controlar. 

La paz que nos da Dios es esa que viene en la tolerancia y en la prudencia con que recibimos las agresiones de los demás. Yo, sabiéndome amado por Dios, sé que tengo un equipo de apoyo en los ángeles, los querubines, los arcángeles y en el mismo Espíritu Santo que me protege cuando yo guardo silencio ante la violencia. Y guardar silencio no quiere decir dejar las cosas que sean, ni ser cobardes, no; sino saber en qué momento es conveniente intervenir sin que me ganen las ganas de agredir al otro.  

Poder resolver conflictos, saber hablar con la certeza de la verdad de Dios, calmar las emociones de odio, inclusive de dolor nos hace testimonio de la paz que llevamos en el corazón y que es un don de Dios. Hay que sabernos amados y protegidos por esa paz para que podamos resolver las cosas en armonía sabiendo que Dios está ahí también, con nosotros, en medio de la violencia para hacernos fuerte y nos permite confiar en que las acciones de paz son las que hacen nuestra vida mejor. 

Propósito de hoy: Saber que tengo la posibilidad de controlar mis emociones y ser testimonio de paz para los demás.