Juan 12, 1-11 “Le ungió a Jesús los pies.”
Cuánto amor y respeto hay en esta acción de la hermana de Lázaro, al poner aceite de nardo en los pies de Jesús un gesto humilde que nos habla de una mujer que reconocía en Jesús la persona de Dios Padre. Este gesto tan hermoso, es como el gesto de atender a tu familia, a tus padres cuando los visitas y les ayudas en casa, o a tu esposo o esposa, que llegan cansados del trabajo y los esperan palabras amorosas y simples como preguntar qué tal el día, como estuvo el tráfico, si están cansados. Son gestos de caridad y amor dentro de la familia que los damos ya por hecho, y que a veces olvidamos agradecer, porque se vuelven tan repetitivos y cotidianos.
La bondad que podemos tener cuando estamos con otras personas, se reconoce siempre por nuestra manera de tratarlos; les estamos diciendo en silencio que nos importan, que queremos lo mejor para ellos; estamos siendo una figura que repite la acción de María, esta mujer que con sus cabellos limpió los pies de su maestro, de aquel que llevaba consigo la verdad de Dios.
Recordemos que la fe que obtenemos por gracia de Dios, cuando se la pedimos a través de la oración, crecen con las acciones de caridad, de misericordia, de bondad que tenemos hacia los demás. Crece nuestra fe por el servicio que damos a los demás, por la obediencia a la Palabra de Dios, si, esa que leemos en los 10 mandamientos; crece cada vez que yo me entrego en obras que van a beneficiarnos a todos y no solo a mí. ¿Hace cuanto renovaste tu fe por medio del servicio a otros? Vamos pensando, haciendo memoria y tomemos acción si no lo recordamos porque fue hace tanto tiempo. La vida nos ofrece oportunidades cada día para la reconciliación, para pedir perdón y perdonar, para acercarnos más al corazón amoroso de Jesucristo nuestro Señor y para servir y ayudar a los demás para crecer nuestra fe.
¡Vamos aprovechándolas!
Propósito de hoy: Hacer las cosas por amor y con amor en el servicio que prestamos con alegría a quienes nos rodean.