2 DE ABRIL: ME ABANDONO A TU ABRAZO.

Mateo 27, 11-54 “¿Por qué me has abandonado?” 

Cuántas veces le decimos estas palabras nosotros también a Dios Padre. Cuando nos hemos sentido abandonados por Él, por su gracia, por su misericordia. Sin embargo, Dios siempre nos protege de los demás, nos cubre con su abrazo, aunque no lo alcancemos a ver, aunque no nos demos cuenta ¿y nosotros?: lo abandonamos a él. ¡Que duro! 

En algún momento de la vida nos hemos sentidos juzgados equivocadamente y así también castigados y sufrimos mucho. Pero ¿acaso hemos intentado abandonarnos a Dios? Porque al abandonarnos en su verdad, en su Palabra de Vida Eterna nos estamos salvando. Es muy difícil pensar en que dejemos que Dios se encargue, cuando los demás hacen y deshacen en su comportamiento hacia nosotros. Hemos vivido por siglos el poder de la venganza, del desquitarme porque me hiciste esto o esto otro y solo nos lleva a más dolor. Abandonarnos a Dios es dejarlo ser en nosotros, que sea su fortaleza la que nos proteja de los agresores, que sea su mano poderosa la que juzgue y de a cada quién lo que merece. No seamos nosotros los agresores, para no experimentar en vida la mano justa de Dios. 

Jesús se sintió solo cuando su gente se escondió para no terminar como él. Así, nosotros vivimos atemorizados de la justicia humana que muchas veces no es justa, sino que favorece al que hace trampa, al que tiene poder mal utilizado. La sociedad creciente sin escrúpulos es el error más grande que hemos cometido como sociedad y debemos sentarnos a recapacitar en las virtudes y dones que nos son dadas desde que nacemos. Debemos vivir las bienaventuranzas, amar al prójimo, servir al necesitado, acompañar al que se siente solo, deprimido, acabado. Vamos empezando a reaccionar para el bien común, reconciliarnos con nuestro hermano, dejar fuera del corazón los resentimientos para poder avanzar juntos hacia la paz que nos ha prometido Dios por medio de su amor, de su entrega y de su misericordia. 

 Seamos humildes de pensamiento y acción, aprendamos a compartir lo que tenemos y vivir en la verdad para ser una gran sociedad que perdure siempre en la armonía y en el amor.  Vivamos la Pasión de Cristo con un corazón amoroso y receptivo al sufrimiento que su entrega significa en nuestra vida.

Propósito de hoy: Abrir mi corazón para ser un mejor hermano para los demás.