13 DE MARZO: TE RECONOZCO.

Lucas 4, 24-30 “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra”

Vivimos en un mundo donde reconocer los logros de alguien mas es casi prohibido, como si hacerlo implicara perder algo muy preciado en vez de darnos cuenta que reconocer en otros sus dones, actitudes, virtudes solo nos hace buenos hermanos y compañeros en el camino de la vida. El Hijo de Dios también fue rechazado como tal por el pueblo amado en el que se tenían grandes esperanzas y planes de salvación y después de tantos años aun no hemos aprendido que aceptar a los demás por quienes son, nos humaniza.

¿Recuerdas a alguien que fue reconocido por sus logros, que conociste, que vivió cerca de ti? Hay personas con grandes cualidades de amor; que en vida recibieron  incomprensión y en su muerte de repente todos alababan su persona. Es algo así como ir a un velorio y llorar por una persona que murió y en vida tu trato hacia esa persona estaba lleno de ira y coraje y tal vez jamas fue de comprensión o de amor. Lo vemos con mucha frecuencia: “era tan buena, ayudaba tanto, fue un buen empleado”. ¡Que triste es darte cuenta cuando alguien ya no está, lo mucho que significó para ti!

Vamos cambiando el corazón, empecemos a reconocer a las personas por estar presentes de alguna manera en nuestra vida, ya sea tu hermano, tus hijos, ese señor que te abre la puerta, aquella persona que tuvo un gesto amable contigo. Todos los días pasas cerca de alguien a quien puedes hacer sonreír con una palabra de agradecimiento. Ser profeta en su tierra no tiene que ser alguien lejano o inalcanzable; no precisamente, sino aquel que entendió mejor los caminos, que sirvió a los demás, que ayudó, que aportó palabras de aliento, de amor; es alguien que sacrificó algo en su vida por ti, quién tomó buenas decisiones en favor de otros. Tal vez tu eres profeta en tu hogar, en tu escuela, en tu trabajo.

Vivamos con el corazón abierto, lleno de amor para saber reconocernos unos a otros como hijos de Dios, amorosos, comprensivos, bondadosos, llenos de fe y de amor, para reconocer en el otro, el rostro de Dios.

Propósito de hoy: Agradecerle con una palabra amable a esa persona que hace tanto por nosotros cada día.