8 DE MARZO: GRACIAS POR TU AMOR INFINITO.

Mt 20, 17-28 “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir” 

Con solo pensar que Dios envió a su Hijo Jesús a servirnos, debería ser suficiente para creer en que su palabra es Palabra de Vida Eterna. ¿Quién envía a su Hijo a morir por otros? eso suena muy fuera de lugar. Sin embargo, Dios Padre quiso que el milagro de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo nos llevara hacia la vida eterna, donde vales más por lo que eres que por lo que tienes. Ser personas de bien trae consigo muchas satisfacciones, como el sabernos amados y protegidos por Dios.  

No hay amor mayor que el de Jesucristo, él vino para firmar una alianza de amor con todo ser humano, para darnos fortaleza en las dificultades y consuelo en el dolor. Es nuestro mejor amigo, porque está ahí siempre que lo buscamos. Lo importante es que lo busquemos, que tengamos necesidad de su amor redentor, de su amor infinito.  

Servir a los demás con dignidad nos lleva a otra etapa del entendimiento de la Palabra de Dios y es tan sencillo como nos lo propongamos, ya que, al ayudar en el hogar, al dar lo mejor de nosotros en el trabajo, al ser buen escucha cuando nuestro hermano nos necesita, se llena nuestro espíritu de bondad, de ese deseo de hacer el bien, de querer hacer sonreír a los demás con detalles especiales que nos engrandecen el alma. Nos queda en el corazón, una satisfacción tan grande porque sentimos que pudimos imitar un poco a Cristo. 

Cada vez que creamos que estamos dando mucho de nosotros, es bueno detenernos a ver a Jesús en la cruz, y darnos cuenta lo poco que hacemos por otros. Aumentemos ese deseo de servir a los demás con amor, simplemente porque lo podemos hacer y en esa acción convertirnos en testimonio de esa hermosa alianza de amor. 

Propósito de hoy: Servir a los demás con alegría y agradecer lo que otros hacen por mí.