17 DE FEBRERO: A PESAR DE TODOS MIS ERRORES NO DEJO DE AMARTE.

Marcos 8, 34–9, 1 “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga”  

¿A qué nos pide Jesucristo que renunciemos? No a una vida digna, alegre y vivida con prontitud ante la verdad que nos viene de Su Palabra de Vida Eterna. Desde hace dos mil años llegó Jesús al mundo para morir como sacrificio de amor para que hoy día, pudiéramos tomar mejores decisiones. 

Jesús jamás nos ha pedido que renunciemos a ser ejemplo de virtud, de bondad, de caridad, recordando que la fe sin caridad no sirve de mucho en nuestro caminar por una vida llena de contratiempos y tempestades. La vida en sí ya trae mucha contaminación como para que Dios nos pida que renunciemos a lo bueno, a ser felices unos con otros. Al contrario, seguirlo a Él quiere decir dejar las tentaciones de largo, convertirnos en mejores versiones de nosotros mismos cada mañana. Nos invita a aprender a conocerlo, porque en su verdad encontramos la justicia y la paz. Es a través de su amor que se llena nuestro corazón para ser personas de buena voluntad, que nos agrade servir a los demás y dedicarle algo de tiempo a estudiar su palabra, a aprender a orar, a rezar el rosario, a cantarle por las mañanas y en especial a asistir a misa y celebrar la Eucaristía, que es la manera más amorosa en que lo recibimos a Él en el corazón. 

Aprendamos a renunciar al odio, al rencor, a hacer el mal, a los vicios y las drogas, a no querer perdonar cuando Él nos da la gracia del perdón. Cargar nuestra cruz, es aceptar esos tropiezos sin alejarnos de Dios; es aprender a perdonar cuando más trabajo nos cuesta por el dolor que nos han causado; cargar nuestra cruz es luchar contra nuestro mal interior, es aprender a vivir con nuestras equivocaciones y a pesar de ellas seguir queriendo hacer el bien en nombre del amor, sin alejarnos de ÉL. 

Propósito de hoy: Reconocerme pecador y aprender a perdonarme a mí mismo por mis errores.