10 DE FEBRERO: EL EJEMPLO EMPIEZA EN CASA.

Marcos 3, 13-17 “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”. 

 “Mi Hijo muy amado”. ¿Cuántas personas nos identificamos con esta frase? Qué maravilla sabernos amados por nuestros padres, por nuestros abuelos, por nuestra familia. Y que don tan grande es el amor cuando podemos compartirlo con nuestros hijos, padres y abuelos y que ellos también se sientan amados por nosotros. 

Dar y recibir; de eso se trata la vida. Sin embargo, no sé si les pasa lo mismo, pero el dar nos hace sentir complacidos, satisfechos y bendecidos por ese don del amor y el servicio. Y el recibir nos alegra el corazón, nos convierte en personas agradecidas y amadas. “Has el bien, ahí donde estás” es una frase muy cierta, no tenemos que salir de casa para empezar a hacer el bien; primero con la familia, en el hogar, porque lo que hacemos dentro de casa, lo repetimos fuera también. El primer ejemplo de humildad lo damos a las personas con quienes vivimos, al tratar bien a nuestros padres, con respeto y agradecimiento y a nuestros abuelos, quienes han hecho mucho, aun si no lo notamos, para que nuestras familias crezcan con el ejemplo de la bondad y el amor.  

Jesús, Hijo amado de Dios y Dios mismo, nos enseñó con su palabra y su poder de salvación, con su ejemplo de humildad y de virtud, que la vida sin obras de caridad y sin ofrecer nuestra vida a ayudar a los demás, tiene poco valor. Jesús nos dio un gran ejemplo en el perdón; no nos desanimemos si cometimos errores, o si tenemos dudas sobre el amor de Dios, o si nos olvidamos de Él. Su misericordia es tal, que nos perdona, nos sana, nos cura de todo mal. En Él se complace la Palabra de Dios y es a través de Él, que recuperamos la paz. 

Propósito de hoy: Reconocer el amor de nuestra familia acercándonos a ellos con un fuerte abrazo, y que ellos sepan que nosotros también los amamos.