6 DE FEBRERO: POR MI FE, CREO EN TU PODER DE SANACION.

Marcos 6, 53-56 “Cuantos lo tocaban, quedaban curados” 

La fe, ¡qué gran acto de amor! Sabemos que la fe nos llega a través de la oración, no se hereda de nadie, ni mucho menos. Cuando somos bautizados, recibimos esa gracia y cuando estamos más grandes y tenemos consciencia de nosotros mismos y de la Palabra de Dios, empezamos a orar para que la fe jamás nos abandone; o más bien, para que nosotros no abandonemos nuestra fe. Es algo voluntario, que debemos querer tener y sentir, porque fortalece la manera en que pensamos y nos ayuda a confiar en Dios. 

Cuando aprendemos a leer la Biblia, nos damos cuenta que es un libro excelente. Empezamos a entender lo que dice; y es en realidad la historia de Jesucristo, una gran historia de amor. Mi fe humana me permite creer en los demás y muchas personas tenemos ese tipo de fe y la fe divina, es la gracia que recibimos en el bautizo, es la semilla que debemos alimentar y cultivar para creer en Dios Padre y aceptar que Jesús es el Hijo de Dios. No solo debemos presumir que somos católicos y que creemos en Dios, en Jesucristo y en el Espíritu Santo, sino que también debemos vivir los sacramentos y acercarnos lo más posible a una vida digna bajo la guía de su palabra. 

Imagina que tienes una enfermedad y te dicen que, si vas a determinado lugar, te encontrarás con un hombre que tiene la facultad de sanarte con solo tocar su ropa. Difícil, ¿verdad? Y aún con la incredulidad de los demás, una persona que tiene fe en Dios, en Jesucristo, en Su Palabra, va a ir a ese lugar sin importar si tú crees o no. Es cierto que llamarnos hijos de Dios no es fácil, requiere que queramos convertirnos en su imagen a través de nuestra forma de vida, de nuestras acciones, de la compasión, la caridad y nuestra entrega al servicio de los demás. 

Propósito de hoy: Hacer una oración que nos recuerde lo mucho que amamos a Jesús, que siempre nos escucha.