31 DE ENERO: QUE MI FE, ME SANE.

Marcos 5, 21-43 “¿Quién ha tocado mi manto?” 

Esta historia que nos cuenta Marcos, es de las historias de fe más hermosas que he leído. Hay un pueblo al norte de Magdala, que se llama Banias. De ahí arranca el Rio Jordán rumbo sur hacia el Mar Muerto. En esa ciudad antigua, que hoy son ruinas, se dice que vivía la mujer de este evangelio de Marcos, a quien conocemos como la “Hemorroiza”, que por su fe fue sanada.  

Después de haber visitado Banias, visualicé a una mujer enferma que recorrió caminando, seguramente con dificultad unos 49 kilómetros para encontrarse con este hombre que decían curaba y sanaba enfermos. Ella vino hasta Galilea, tal vez hasta Magdala, el pueblo de María Magdalena enferma, asustada, aborrecida y rechazada por los suyos por ser una mujer impura, llena de dolor por sentirse pecadora, estando ella en una situación que tal vez no podía controlar. ¿Puedes imaginarla?  

Después de haber visto a Jesús, quien le dijo “Hija, tu fe te ha salvado”, se hizo tan viva en mi la imagen de esta mujer al haber sido sanada, regresando los mismos kilómetros, que mi corazón estaba realmente conmovido. Es una historia de hace dos mil años, sin embargo, fue tan palpable para mí, que no pude menos que llorar al imaginarla rebosante de alegría, llena de júbilo, de paz, llena de fe, plena. Regresando a casa eufórica. 

Algo así tal vez, se sienten algunas personas después de vivir el Sacramento de la Reconciliación y regresan a casa con tanta alegría que no pueden evitar compartir con los demás. Que bella imagen de Jesús diciéndole “tu fe te ha salvado”, oremos para que nuestra fe, también sea lo que nos ayude a salvar el alma, a quitarnos el dolor y a alcanzar la paz del corazón. 

Propósito de hoy: Tener presente la imagen de Jesús que sana los corazones.