25 DE ENERO: LLÉNAME CON TU GRACIA.

Marcos 16, 15-18 “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura.” 

Me he dado cuenta que la manera más sencilla de ir por todo el mundo predicando el Evangelio a todas las personas que conocemos, ¡es bien fácil! Cuando decimos “por favor, gracias, ¿le puedo ayudar en algo?”; estamos predicando la palabra de Dios, porque en ese saludo cortés vamos poniendo el corazón. 

“Ámense los unos a los otros” es el mandamiento Nuevo, el que supera a todos los anteriores. El amor. Amar a Dios por sobre todas las cosas ya a los demás, que vivamos como hermanos, que respetemos la ideología de cada uno, que aceptemos que la verdad absoluta solo la tiene Dios padre. Amarse los unos a los otros, sin importar razas, o credos, o ideologías es una manera de proclamar el Evangelio. Cuando sabemos perdonar y pedir perdón; cuando en la oración nos encontramos con la paz, cuando queremos ser testimonio de fe por medio de la caridad y el servicio digno a nuestra familia, a nuestros hijos, a nuestra pareja. Es en ese momento tan sencillo de la vida que nos reconocemos cristianos hijos de Dios. 

En el seguimiento de los 10 mandamientos y del último mandamiento “el nuevo” como nos dice Juan, al declarar Jesús que Judas lo entregaría (Juan 3, 31-35); nuestro corazón se llena de ese amor de Dios que contagia al mundo entero, con tu sonrisa, con tus detalles en el trato a los demás, con tu armonía en el decir las cosas y tus formas de comportarte con honestidad, en la verdad y la compasión. Es una sensación muy placentera caminar pensando que somos hijos de un Dios que nos ama, y que solo por eso en nuestra mente deberíamos tener constantes pensamientos que nos edifiquen como tal. Soy bueno por la gracia de Dios y esa gracia yo se la pido todos los días. “Padre dame tu gracia para dar lo mejor de mí el día de hoy y poder ser un testimonio de vida al reflejar tu amor en mi comportamiento” 

Propósito de hoy: Jamás dejar de pedirle a Dios Su Gracia.