Lucas 7, 24-30 “Y frustraron, en su propio daño, el plan de Dios”
¿Cuál será el plan de Dios para cada uno de nosotros? El plan de Dios para nosotros es la vocación a la que estamos llamados a ser, la vocación va a ir definiendo quienes somos y al hablar de vocación, no estamos hablando de una vocación religiosa. No. La vocación es el servicio a los demás que está implementado en cada cosa que hacemos. Por ejemplo, si eres un padre de familia, tu vocación es cuidar a tu familia, a tus hijos, a tu cónyuge y procurarles un bien, protección, salud, atención. Si eres un Médico, tu vocación es sanar a los demás sin abusar de sus limitaciones económicas ni sociales; ser justo ante todo y dar un servicio que va más allá de una receta médica. Si eres un vendedor de tienda, encuentras la vocación en el trato a tus clientes, con respeto y por qué no, hasta con cariño.
La vocación es ser la mejor versión de nosotros mismos al servir, al ayudar y a la aportación que damos para convertirnos en una mejor sociedad, productiva y honesta. ¡Ahí está nuestra vocación!! Y es en nuestra vocación que respondemos al plan de Dios, a lo que Él tiene ya programado para ti, para mí. Y como dice el evangelio de hoy, frustrar el plan que Dios tiene, es limitarnos en nuestra virtud de ser mejores seres humanos, es frenar nuestro crecimiento intelectual, emocional y social, es prohibir la entrada a la felicidad. Hay que saber ayudarnos a nosotros mismos y no ponernos piedras en el camino. Seguir las leyes de Dios, hacer el bien y orar, nos convierte en mejores personas para servir con amor a los demás.
Propósito de hoy: Tratar de caminar en armonía con la Palabra de Dios.