11 de diciembre: ME LLENO DE TU AMOR.

Mateo 11, 2-11 “Dichoso aquel que no se sienta defraudado por mí”. 

Dichosos los que trabajamos constantemente en seguir el camino que Jesús nos ha enseñado; de la mano de los mandamientos, de la verdad y del amor, porque creemos en Él, en su palabra, y sabemos que jamás nos va a dejar desamparados. 

Muchas personas se sienten defraudadas por Dios. A mí me da mucha tristeza que vamos perdiendo la fe, que estamos dejando de asistir a misa, que la oración está pasando de moda. Pero no todo es desesperanza, porque Dios no nos suelta de la mano y nos recuerda que la fe la crecemos con la oración, en el rezo del rosario, en la Eucaristía porque ahí está y nos llena el corazón de su amor. Él no nos deja…lo dejamos nosotros. ¿Hace cuando fuiste a misa? O ¿Hace cuanto ofreciste tu ayuda sin que alguien te lo pidiera? Eso es estar con Dios. Hablar con Él, compartir con Él, porque cuando ayudas a alguien y das tu servicio de amor, lo haces para Él, es a Dios a quien sirves, a quien ayudas, a quien le ofreces tu ofrenda de amor.  

Hay que recordar que nuestro Señor siempre está dispuesto a “echarnos una mano”, a veces a través de un hermano o un amigo, o de algún desconocido. Ver el rostro de Dios en los demás es una manera muy bonita de experimentar su presencia; cuando somos conscientes de que Dios vive en el corazón de todos, empezamos a tratar a los demás de una manera diferente porque sabemos que ellos también son imagen de Dios como nosotros. Llegar a este punto de madurez del corazón puede ayudarnos mucho a tener una mejor convivencia con quienes nos rodean y por ende llenarnos más de Dios, es una manera de dejarlo ser parte de nosotros para sentirnos amados y protegidos con su gracia. 

Propósito de hoy: Buscar en el otro el rostro de Dios.