2 de diciembre: Mi fe es mi regalo.

Mateo 9, 27-31 “Que se haga en ustedes conforme a su fe”. 

En la obscuridad de nuestro camino, Dios es nuestra luz, Él nos guía con su amor. Y si aún no es nuestra luz, pues empecemos a que sea una realidad en nuestro camino. 

La fe está relacionada de manera íntima y personal con Dios, es la confianza que le tengo, pero es una confianza, mayor de la que tenemos en nosotros mismos. La fe es fiarnos de Dios sin reservas, que además la necesitamos para la salvación de nuestra alma. La fe es un don que se nos da, y es necesario que cada uno queramos recibir esa gracia, ese don, la fe es la raíz de nuestra vida religiosa. 

La fe es mía, porque yo decido tener fe, no porque mi mamá o mi abuelita tienen fe, y yo automáticamente la heredo de ellas o de otras personas. No. La fe es mi fe, es mi gracia, es mi don, es mi regalo de luz y vida de Jesucristo. Creo en ti porque tengo fe. 

Y ¿cómo es que tenemos esa fe? Hay muchas maneras, una de ellas que es muy hermosa es la oración; podemos orar tan sencillamente como rezar el padre Nuestro o el Ave María y en esa oración pedirle a Dios que nos llene de su gracia, que nos dé el don de creer y confiar en Él, igual lo podemos hacer en un diálogo continuo con Él. Otra manera es a través del ayuno, es una manera muy íntima de confiar en Él, es una experiencia hermosa, donde te das cuenta que poniendo tu entrega en Él te llenas de fuerza, te sientes pleno, eres feliz porque te sientes protegido por su amor, te das cuenta que con Él las cosas van bien, se te quitan los miedos, y aprendes a ver a los demás como tus hermanos, con ese amor que llena tu corazón cuando tienes fe. Y otro mas, es el servicio a los demás, porque es una manera para llegar a Dios, para que Él aumente tu fe, porque sabes que tienes toda su confianza, porque al servir a los demás lo estás sirviendo a Él, estas gozando de su gracia, te llena de virtudes y tu corazón se colma de amor.  

Los regalos de la fe son hermosos, son una gran bendición y debemos atesorarlos como atesoramos lo que más vale en nuestro corazón. Permitamos que Dios sea parte de nuestra vida, aprender a abrazarlo y a recibirlo con un corazón limpio; solo debemos tener el deseo de recibirlo, permitirle llegar a nosotros, lo demás el lo transforma y nos lo entrega.

Propósito de hoy: Que tu fe sea contagiosa.