30 de octubre: Ven a mi casa.

LUCAS 19, 1-10 “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”. 

La palabra pecado/pecador nos toma siempre por sorpresa. Es una palabra que nos incomoda, nos molesta, no queremos pensar en aplicarla a nosotros mismos. Sin embargo, es a través del perdón de los pecados, que Dios se hace presente y es cuando nosotros podemos empezar a conocerlo. 

¿Cuántas veces hemos pedido perdón en nuestra vida?, ¿a cuántas personas aparte de a Dios.? o tal vez, jamás has pedido perdón a Dios. El momento en que nos damos cuenta que cometimos una falla y lo sabemos reconocer llega, tal vez, el arrepentimiento para humildemente pedir perdón y es cuando Dios nos escucha y entra a nuestra casa, recordando que nuestra casa es nuestro corazón. 

¡A Dios le encanta vivir en nuestro corazón!, y no digo que solamente al pedir perdón por el pecado viene Dios a nuestra casa. No, a Él le gusta vivir ahí. Le gusta que lo invitemos para compartir nuestra vida, nuestras acciones, las tristezas y alegrías. Dejemos que se hospede en nuestra casa, no solo cuando cometimos una falta sino, todos los días y que nos llene de su amor. 

Perdonar a quien nos hiere o lastima, y nosotros pedir perdón a quienes lastimamos, nos hace tener un corazón amoroso, bondadoso, compasivo. Es tener un encuentro saludable con nuestras emociones, que sana, que anima y que reactiva nuestro estado anímico. Pedir perdón nos hace amigos de Jesús, nos invita a la oración y nos lleva a la paz. No hay nada más primordial en nuestra vida que vivir en paz con uno mismo y con las personas que amamos. 

Propósito de hoy: Acercarnos a quien hemos lastimado y con humildad pedir perdón.