23 de octubre: Te pido perdón.

Lucas 18, 9-14 “Dios mío, apiádate de mí que soy un pecador”. 

¿Cuántas veces nos hemos escuchado, a nosotros mismos, decir estas palabras del Evangelio de Lucas el día de hoy? Dios mío, perdóname. Sabes que ¿pedir perdón es de las gracias más hermosas y de las palabras más significativas que tiene nuestro vocabulario? Una persona que sabe pedir perdón es una persona que va a llegar muy lejos y que va a encontrar la manera de ser feliz, gracias al perdón. Y saber perdonar es primordial para construir un mundo interno donde la paz reine en nuestra vida. 

¿Te disgustaste con tus padres, con tus hermanos, con tu conyugue, con tus amigos, con tus abuelos, con tus primos? Siempre es bueno, analizar una vez pasadas las emociones, cuál fue el motivo. Cuando estamos más tranquilos, si somos honestos, podemos ver las cosas diferente. Podemos ponernos en el lugar del otro y tratar con objetividad de ver, si en verdad ellos tenían la razón o si fueron injustos conmigo. Una vez, analizada la situación viene la parte más importante para que esa amistad y cariño, no se vean afectados: pedir perdón y perdonar.  

Nadie tiene la verdad absoluta, cada uno razonamos según nuestras experiencias y conocimientos. Tal vez lo que es incorrecto para mí, para ti no lo es. O a lo mejor tú crees que tu lógica es mejor que la mía. O simplemente yo creí que mi versión y la realidad de mis acciones era auténtica. La verdad…¡cuántas guerras por luchar por y con la verdad! Solo es cuestión de ponernos de acuerdo en que, lo que tú crees, puede tener otro significado para mí, y poder llegar a un entendimiento que nos permita seguir adelante sin obstruir nuestro acariño. 

Propósito de hoy: Acercarnos a alguien con quién nos disgustamos y arrepentirnos de lo que dijimos, para poder pedirle perdón.