16 de octubre: Quiero tener fe.

Lucas 18, 1-8. “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen ustedes que encontrará fe sobre la tierra?”. 

 La fe. ¡Es un tesoro!. La fe es saber que existe Dios, que su espíritu nos cuida, que su misericordia nos ayuda y nos salva, que es la fuerza que nos mueve. La fe nos viene de Dios y mucho la obtenemos en la oración. Y es que la oración nos acerca a conocer la vida de Jesús, y saber sus gracias y aprender a recibir sus dones. 

Veo con tristeza que muchos hogares han dejado atrás la fe. Que aun si los abuelos y los padres creyeron en Dios, los hijos la han ido perdiendo. Ahora hay tantas ideas que boicotean la fe; la imagen de Dios, la oración, las buenas acciones, el servicio, la gratitud. No sé qué pasó en el camino. Cada día es más palpable que la fe está compitiendo con los medios electrónicos, con las tentaciones que ahora están expuestas al por mayor y se habla de ellas de manera tan casual, que ya damos por hecho que son normales dentro de la sociedad en que vivimos. Se han dejado atrás las oraciones antes de comer, antes de dormir; el rosario se reza menos, las buenas acciones ya no se dan por sí mismas, ahora se requiere recibir algo a cambio para tener esos detalles. 

Pero en realidad, la pregunta de Jesús: “¿se encontrará fe sobre la tierra?”, como vemos en este evangelio, sigue siendo una pregunta vigente que nos da esperanza; porque hemos sabido procurar la fe hasta ahora y quiero pensar que el legado que vamos dejando para los que vienen es positivo, para que no se cuestione la existencia de Dios de tal manera, como sucede hoy, que parezca más fácil responder al mal que al bien.

Que sea por nuestras acciones, por nuestra bondad y caridad, por saber perdonar, por tener compasión, por procurar el bien de los demás y por ser siempre serviciales con alegría, que demos ejemplo del amor que recibimos de Dios gracias a nuestra fe y que estemos listos para abrir el corazón a su infinito amor. 

Propósito de hoy: Compartir nuestro cariño con alguien que está en casa.