1 de septiembre: ¡A contagiarnos!

Lucas 5, 1-11  “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”.

¡Cuánta competencia!. Somos hijos de Dios desde que nacemos, y recibimos por el bautismo la gracia de ser santos. A muchos nos enseñan la religión desde chicos en el catecismo, por lo general. Luego recibimos los Sacramentos de la Comunión, la Confirmación y llegamos a los 18 años. Ya somos adultos y pensamos por nosotros mismos, así que, queremos ser independientes, queremos dirigir nuestra fe sin que nadie nos obligue; libremente. ¿Y qué pasa?. Nos desviamos, nos distraemos, nos hacemos flojos.

Entre la tele, el internet, las tentaciones y las trampas, dejamos de lado lo que se nos enseñó durante, posiblemente, 18 años. ¡Queremos ser libres! Y te pregunto ¿Libre de qué o para qué?; ¿De amar a Dios?, ¿Para odiar a Dios?, ¿De dejar de creer en Él?, ¿Para perder la fe?. Sabes que en nuestra religión como católicos, no nos obligan a nada, eso del libre albedrío es real. Dios no te va a dejar de amar, si tu te olvidas de Él, pero, si no lo dejas fuera de tu vida: ¡Vas a vivir más feliz!. Y ¿sabes algo?: el amor a Dios muchas veces ¡es contagioso!. 

Quien te ve feliz, quiere una de dos: o saber porqué, o envidiarte. Quienes no comprenden tu forma de ser, van a tener palabras duras hacia ti, dímelo a mi que lo he vivido, pero quien quiere ser parte de esa felicidad: ¡Te va a preguntar cómo lo haces!, ¿Cuál quieres ser tú?, ¿Cuál eres tú?. No te dejes aplastar por quienes no aman a Dios, tú sé fuerte en tu fe y tu amor va a crecer para que lo compartas con los demás y así te conviertas en un genuino pescador de hombres.

Propósito de hoy: Que se contagie tu alegría con los demás, no olvides que Dios solo quiere verte feliz.