5 de agosto: Todo lo cambia el amor.

Mt 16, 24-28

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará”. 

Pero, ¿Qué quiere decir eso?, ¿Porque Dios nos pide algo que no alcanzamos a comprender?. El amor, es un sentimiento tan pleno y tan mal aprovechado. Vivimos en la constante búsqueda del amor perfecto, del amor total, del amor sin límites; y muchas veces en esa búsqueda, no logramos ver lo más importante: el amor de Dios. 

Renunciar a nosotros mismos, no significa que nos dejemos abandonar, o que dejemos nuestros estudios, o el trabajo que nos procura un bien. Quiero creer que es una invitación a permitir que Dios entre a nuestro corazón, para que Él haga cosas buenas en nosotros. Podemos seguir a Jesús desde nuestros hogares, y la mejor manera es atendiendo a nuestra familia, ayudarla, apoyarla, amarla; y en nuestra vida cotidiana, es tratar a los demás con respeto, con tolerancia, con amor.  Esto es renunciar a uno mismo. Es aprender a vivir nuestra vida con amor al servicio a los demás, a nuestros hermanos y padres; a nuestros hijos y amigos, al que necesita una mano amiga, un consuelo, o un abrazo, en nombre del amor que Dios nos ha permitido sentir. 

Hay que comprender, que perder la vida por Jesús, es seguir sus mandamientos; es vivir con honradez, es ser testigos de una vida digna. Perder la vida por Él, es amar con su amor, es ver al otro con sus ojos, es cuidar y proteger al necesitado. Tomar nuestra cruz, es ser lo que somos, ahí donde estamos en nombre del amor. 

Propósito del día: Que tu amor llegue a los demás.