1 de Julio: Mirar a Cristo y dejarme Mirar por El

Mateo 9, 9-13

No tienen necesidad de médico los sanos; misericordia quiero y no sacrificios.

Este pasaje llena de esperanza el corazón, al escuchar a Cristo que dice: “Yo he venido a llamar a los pecadores”. Nos dice el evangelio que MIRÓ a Mateo y le dijo, ven y sígueme. (Mateo era publicado y recolector de impuestos). Mateo lo deja todo y se va con Cristo. El pueblo murmuraba como Cristo entraba en casa de un “pecador”. Más que fijarme en el “pecador”, quisiera fijarme en esa mirada por la cual Mateo lo deja todo. Esa mirada de Cristo. Una mirada llena de ternura, de amor, una mirada firme, que lo penetra todo y lo dice todo. Una mirada que lanza, una mirada que toca el corazón, una mirada que perdona, que suaviza la tristeza, una mirada que acompaña en la soledad, una mirada que corrige al errar, una mirada que consuela al estar triste, una mirada que se enorgullece con el existo, una mirada que lo ilumina todo cuando está obscuro, una mirada de compasión cuando se está cabizbajo, una mirada de comprensión cuando he fallado, una mirada de ternura cuando he caído, una mirada de tranquilidad cuando me veo abrumada, una mirada de ánimo cuando estoy desganada, una mirada de fortaleza cuando estoy débil, una mirada que llena el alma de alegría por la certeza de saberme amada, una mirada que aunque venga desde la cruz está cargada de amor y de perdón, una mirada que libera y aligera el alma, una mirada llena de misericordia, una mirada que lo suaviza todo, una mirada cargada de amor, de paz, de mutua comprensión. Una mirada que lo dice todo. Simplemente, yo le miro y él me mira, las palabras sobran.

Propósito: hoy dejarme mirar por Cristo y mirar a Cristo.