28 de Junio: Dejar que Cristo duerma

Mateo 8, 23-27

Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.

Imaginemos que nuestro corazón, nuestra alma es una barca y vamos remando por el mar de la vida con destino a la playa (el cielo). Somos una barca pequeña, así que los vientos y la marea son un peligro. Algo así experimentaron los apóstoles, ellos literalmente hablando. Su barca se llenaba de agua y el viento era tan fuerte que pensaban se iban a voltear. Cristo dormía. Los apóstoles lo despiertan algo frustrados y enojados: “no te importa que perezcamos”. Hombres de poca fe, y ordenando al viento y al mar, todo recobró calma. Cuántas veces a nosotros nos pasa los mismo, las dificultades del día, el agobio de graduaciones, primeras comuniones, festivales, viajes y demás nos sobrepasan; los problemas del marido, esposa, hijos, hasta del vecino, me agobian; la enfermedad de uno, el vicio del otro, la indiferencia de un hijo, la lejanía de un amigo; mi orgullo, soberbia, rencor, enojo, frustración, que me cierra y aleja de todo y todos. El viento y el mar golpean con mucha fuerza mi barca y siento que no puedo más y me voy a hundir. Despertemos a Cristo, que aunque dormido, ESTA dentro de mi corazón. Y escuchemos su voz que me dice, no temas, ten fe y poco a poco va calmando el viendo y el mar y puedo volver a remar ahora con más fuerza y seguridad.

Propósito: despertar a Jesús para que hoy “calme mi corazón”.