2 de marzo: entrar al desierto de mi corazón.

Miércoles de Ceniza

Mateo 6, 1-6.16-18

Tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará.

Mi madre diría “Todavía ni quitamos el pino de Navidad y ya empezó la Cuaresma”. Así es, ya llegó la Cuaresma. Empezamos con la imposición de ceniza, donde recordamos que del polvo salimos y en polvo nos convertiremos. Sabemos también que Cuaresma es un tiempo de conversión y para ello nos ayuda la oración, el ayuno y la limosna. Eso es lo que dicen los “libros”. Les invito a echar un vistazo en el corazón a ver éste que dice: “Señor mío, hoy te vas al desierto por cuarenta días a prepararte para tu gran misión, permíteme acompañarte Señor. Llévame al desierto de mi corazón y ahí ayúdame a encontrarte a Ti, mi Señor, tú que conoces lo más íntimo de mi corazón, tú que sabes lo que necesito, lo que más desea y anhela mi corazón; llévame al desierto de mi corazón y enséñame el valor del ayuno, ayúdame a ayunar mis juicios, mis egoísmos, mis vanidades, mis impaciencias, mis caras largas; llévame al desierto de mi corazón y enséñame lo que es en sí dar limosna, que no es dar lo que me sobra, sino darme a mí misma, así como tú Señor, dar tiempo de calidad, dar una sonrisa, dar un buen consejo, dar mi tiempo, dar mi servicio. La limosna es dar de lo que abunda el corazón. Llévame contigo Señor al desierto y enséñame a vivir esta Cuaresma muy unida a ti”.

Propósito: Entrar al desierto de mi corazón para dar-me