25 de febrero: Un acto de servicio-amor.

Marcos 10, 1-12

Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.

“Ya no son dos, sino una sola carne”. Esta afirmación de Cristo, referente al matrimonio, siempre me ha impresionado mucho. Una sola carne. Se renuncia a todo por el otro, es mucho más que algo meramente físico; ya no son dos, sino uno. El otro, el amado, “me posee” de tal manera que su pensar, su actuar, su querer, es mi pensar, mi actuar, mi querer. Recuerdo que fui a ver a una tía que había perdido a su marido de 52 años, al preguntarle cómo estaba me dijo “algo pérdida, tengo que acordarme que me gustaba antes de tu tío”. Se me quedó muy grabado esa respuesta y le estuve dando vueltas. Ella había vivido más de cincuenta años amando a una persona y sus cosas. Su corazón estaba hecho, moldeado a él. Qué precioso es poder vivir con el corazón lleno de alguien. El papá de una compañera estaba muy grave, su esposa llevaba días a su lado, en un momento la señora salió del cuarto y él se empezó a ponerse muy inquieto, fueron por su mujer y ella le pregunta, ¿se le ofrece algo?  él con voz suave contesta “su presencia”.  Ahí está el secreto, no necesitar nada, sino sólo la presencia del otro que en sí, lo es todo.

Propósito: hoy tener un acto de amor y servicio a “el otro”.