13 de diciembre: Estar.

Empezamos las últimas dos semanas del camino a Belén. Vamos a descubrir los secretos del Nacimiento.

El secreto del burro y el buey: la calma

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Nuestra sociedad es una sociedad apresurada, ni COVID nos pudo “calmar”. No tenemos tiempo para nada. Parecemos “malabaristas” de la existencia: sentimos la presión de mantener muchos roles y responsabilidades en el aire y la limitación de contar sólo con “dos manos”. 

Y se nos nota, la prisa nos “persigue”. No hace mucho al bajar del coche, por la prisa, cerré la puerta dejando el carro prendido y las llaves adentro. 

El burro y el buey, siempre presentes en los nacimientos, tienen un secreto que ofrecernos: la calma. La tradición de colocar estos dos animales junto al pesebre del Niño Jesús no es al azar. Tiene fundamento bíblico: «Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo», escribe el profeta Isaías (1, 3). El burro y el buey simplemente “están”. No se mueven. No caminan. No se marchan. No tienen ninguna prisa. 

La calma supone saber estar donde se debe estar en cada momento. Claro, supone claridad de prioridades. Si quieres calma –parecen decirnos estos animales– dale prioridad a Dios. Ellos reconocieron en el Niño Jesús a su “dueño y amo”. En otras palabras, no tenían otro lugar mejor donde estar en ese momento. Si Dios fuera siempre nuestra prioridad, y le dedicáramos tiempo a la oración, al trato con Él, seguramente tendríamos más calma. No por tener menos cosas que hacer, sino por hacer las que realmente importan. Por lo demás, el tiempo no existe ni importa cuando estamos con aquellos que amamos. 

«Ustedes tienen el reloj; nosotros tenemos el tiempo», decía un viejo del desierto a un turista. Aprendamos del burro y el buey a no dejarnos presionar tanto por las manecillas.

Propósito: caminar despacio. Estar con los cinco sentidos en todo lo que hagamos.