Mateo 14, 22-36
Mándame ir hacia ti andando sobre el agua.
Hoy les comparto mi experiencia de lo que comúnmente se llama “activismo”. Está un poco largo así que “paciencia”.
Señor, me miras fijamente, como a Pedro en la barca, me mandas ir a ti. Te miro a los ojos, confió. Empiezo a caminar, voy despacio, sin dejar de mirarte, me gusta, me siento muy segura, hay mucha confianza, mis pasos son más firmes, voy caminando segura hacia ti, poco a poco van apareciendo otros muchos factores, el ruido, el existo, la seguridad, los aclamos, todo eso empieza a escucharse más y más, hay demasiadas distracciones, computadora, mensajes, teléfono, las imágenes me bombardean por todos lados, aparecen casi sin parar, sigo caminando, pero poco a poco voy perdiendo de vista tu mirada, cada vez estás más lejos; intentó seguir, las voces me distraen, hay mucha gente, hay mucho ruido, cada vez tu presencia es más lejana, ya nada más veo la sombra, la silueta de tu presencia. Empiezo a sentir que me hundo, hay demasiado ruido, gente, actividad, imágenes, no puedo parar, voy demasiado rápido, sigo caminando pero ya casi por inercia, es como sí el mismo ritmo de la vida me llevara, me ahoga tanta actividad, me asfixia tanto ruido, estoy ya casi sumergida del todo…miro al frente, no te has ido, sigues ahí firme, de pie, alcanzo a ver tu silueta, no se de donde saco fuerzas pero alcanzo a levantar el brazo y desde lo hondo de mi corazón clamo a tu misericordia: Sálvame Señor!
Tú como todo un caballero, como mi Señor bueno y misericordioso me alcanzas tu mano y me das ese abrazo del buen regreso. Tu mirada firme, pero a la vez amorosa me calma, me tranquiliza, me da seguridad, estoy en los brazos de mi Señor. Me subes a la barca, me haz rescatado del activismo en el cual me sumergía y estaba apunto de ahogarme. Una vez más puedo respirar, estoy serena tranquila. Me vuelves hablar al corazón, y a ahí tus pies como Maria, escucho con atención la parábola de la Vid y los sarmientos. Cierro los ojos y puedo verte casi al alba, de rodillas elevando una oración al Padre, encomendando a Él los afanes del día que está por comenzar, o ya al caer la tarde, cuando parece que el mundo duerme, tu estas ahí bajo el reflejo de la luna dejando en manos del Padre los andares del día. Mi corazón ha recobrando las fuerzas, se han afirmado criterios, afianzado hábitos, me das la mano y me vuelves a enviar, todavía hay mucho camino que recorrer, muchas almas que conquistar, mucho mundo al cual llevar tu mensaje de amor. He aprendió la lección, no perder de vista tu Mirada. Camino con redoblada confianza, tu me ves marchar, me dices adiós, se que estas ahí, firme de pie vigilando cada paso que doy, en el momento que empiece a sentirme “ahogar” tu estas al alcance de un ” Sálvame Señor”!