24 DE SEPTIEMBRE: HE VISTO AL SEÑOR.

Lucas 9, 1-6 “Luego los envió a predicar el Reino de Dios y a curar a los enfermos”.

Jesús crea un grupo de 12 hombres y los prepara para enviarlos de misioneros, para que den a conocer su Palabra de pueblo en pueblo. Dice el Evangelio de Lucas que los reunió y “les dio poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y para curar enfermedades”, y así poder dar testimonio de fe, de que la promesa de Dios se ha hecho realidad.

Ellos son enviados a dar a conocer la llegada del Mesías.

Nosotros los que creemos en Cristo, estamos llamados a compartir lo que sabemos de él, con aquellos que no lo conocen. Pero muchas veces, la palabra no es suficiente, la gente se ríe de nosotros, nos dice que estamos locos, que solo seguimos una historia ficticia ‘porque Dios no existe’. Por ende, nuestras acciones pueden llegar a tener mayor fuerza que nuestra palabra. Imaginemos que cuando Jesús envió a sus discípulos, éstos iban con toda la fuerza que les da la Palabra de Dios, esa misma fuerza que se colma en nuestra fe.

Jesús les dice: “No lleven nada para el camino: ni bastón, ni morral, ni comida, ni dinero, ni dos túnicas”, porque toda su protección está en Dios, no en las cosas que poseen. Jesús les da el poder para curar enfermos, para sanar heridas y les dice que si alguien no los recibe con alegría que no se queden ahí, que continúen su camino y que donde los reciban, se queden ahí durante toda su estadía, bendiciéndolos en su nombre.

Ellos van con alegría y enfrentan al mundo que enfrentamos nosotros, hoy día. A un mundo roto, sin fe. Sin embargo, ellos van con la alegría del Señor a contar que han conocido al Emanuel, al Dios con nosotros, en la presencia de Jesús de Nazaret.

Vivamos como los apóstoles, con la alegría de poder decir que ¡conocemos al Hijo de Dios! Que está en nuestra sonrisa, en nuestro llanto; que es la luz que ilumina nuestro sendero que eleva nuestra esperanza, preparando el camino para que llegue también a tu corazón y al de mis hermanos.

Propósito de hoy: Alzo la voz para bendecir el nombre de Jesús en todo momento y compartirlo con aquellos que están junto a mí.