17 DE SEPTIEMBRE: QUIERO ESCUCHAR TU VOZ.

Lucas 7, 31-35 “Tocamos la flauta y no han bailado, cantamos canciones tristes y no han llorado”.

¿Dónde se encuentra nuestra sensibilidad a las cosas de Dios?

Jesús nos habla y nos dice que no nos entiende. Hace las cosas para que nosotros las recibamos con amor y nosotros ¿qué hacemos? ¡Renegamos!

Somos quienes le queremos poner condiciones a Dios. Queremos ser santos pero a nuestra manera, queremos imitar a Jesús pero cuando nos conviene; vivir una vida como Dios nos la presenta tienes sus sacrificios. No es hacer el bien si hoy no tengo flojera, ni es alimentar al hambriento cuando ya estoy satisfecho y algo me ha sobrado para darle; no, eso no nos ha enseñado Dios.

Él nos llena de dones y talentos para usarlos, para darle gracias por sus bendiciones y no para guardarlos o presumir de ellos. La vida en Cristo lleva consigo el compromiso de escuchar su Palabra. Sí, ésa cargada de perdón, de misericordia y de amor. Él no puede complacernos cuando nosotros le exigimos. Él no quiere que vivamos una fe superficial, porque entonces estamos derrochando inútilmente su amor por nosotros.

De muchas maneras Dios nos da muestras de su amor, en el despertar de cada día, en la fortaleza de nuestra entrega a lo que nos cuesta trabajo. Sí, Dios es la luz que ilumina nuestros momentos de soledad, el  que nos da la mano en las tempestades, solo para recordarnos que aunque duela, su consuelo traerá paz a nuestra alma.

No olvidemos de bailar cuando escuchamos la voz de Dios, porque es ahí donde tendremos un encuentro de amor con él.

Propósito de hoy: Te agradezco Padre por no perder tus esperanzas en mi, quiero aprender a escuchar tu voz de amor y ser testimonio de fe.