Juan 3, 13-17 “Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él”.
De nuevo la misericordia de Dios ha llegado a nuestra vida. Como nos dice el Evangelio de Juan: “Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna”.
Envió a su Hijo único “para que todo el que crea no perezca”. ¡No moriremos! Porque al creer en Jesucristo estamos diciendo que creemos en la vida eterna, en la resurrección de los muertos y en la vida del mundo futuro. Morimos para renacer en él.
Nos dice el Papa Francisco en la homilía del 14 de septiembre del 2022: “El camino de Jesús, el camino de la salvación es otro; es el camino del amor humilde, gratuito y universal, sin condiciones y sin “peros”. Y ese es el camino a la cruz; donde nosotros debemos ver la entrega de Dios por nosotros, nos entregó lo que más amaba, en la esperanza de que siguiéramos también el camino de la cruz, viviendo lo que nos ha tocado vivir en el amor de Dios. Vivir nuestro dolor y nuestra alegría en humildad, con la determinación de querer vivir al servicio de los demás, de aprender a perdonar, de saber amar sin condiciones ni “peros”, como nos dice el Papa. Ese es el amor que nos trae Jesus en la cruz, el que ama por que somos todos hijos de Dios, no porque somos merecedores de ese amor, sino solo por el hecho de ser hijos del mismo Padre de Amor.
Jesús ha venido a traernos la paz. Y al recibirla podemos compartirla con nuestros hermanos, con los amigos, con aquellos que vemos en el camino. Y una manera de demostrar que recibimos a Jesús en nuestro corazón, es siendo sencillos, ayudando a otros, aún si no los conocemos, como al señor que trabaja en la tienda, como la muchacha que nos atiende en la escuela, como el conserje que nos abre la puerta; porque al ser amables y agradecidos con los demás, lo estamos siendo con Jesús, que en la cruz, dió su vida por nosotros.
Hoy celebramos la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, que nos muestra que Dios quiere construir una relación de amor contigo y conmigo: Dios se ofrece en su Hijo Jesús, elevado en la Cruz. Y al ver a Jesús hay que recordar que es en la cruz de Jesús, que dejamos nuestro dolor. Dejamos de centrarnos en nosotros mismos, sintiendo culpa por lo que hicimos mal o por lo que dejamos de hacer, y olvidamos que, nuestro sufrimiento, Jesús se lo lleva en la cruz cuando recordamos que es él nuestra salvación, que es Dios mismo lo más grande que hay en nuestro corazón. No tengamos miedo, porque el miedo es solo la ausencia de amor y en cada uno de nosotros, Dios está presente, en nuestra capacidad de amar.
Propósito de hoy: Quiero vivir todos los días el dolor de Jesús en la cruz, para poder encomendarle mi dolor y descubrir que Dios es el amor que está en mi corazón, esperando a que yo lo reconozca y lo utilice con mis hermanos. Si Dios esta conmigo, no tengo miedo de amar.