5 DE SEPTIEMBRE: NO QUIERO CAMBIARTE JAMÁS.

Lucas 5, 33-39 “Nadie, acabando de beber un vino añejo, acepta uno nuevo, pues dice: ‘El añejo es mejor’ “.

¿Qué pasa cuando estamos acostumbrados a algo excelente? ¿Acaso lo cambiamos por algo desconocido?

¿Qué nos sucede cuando conocemos el amor infinito de Dios? ¿Acaso lo queremos dejar?

Conocer a Dios es excelente, nos engrandece, en el sentido de que nos reconocemos como sus hijos amados. Sabemos que para Dios no hay imposibles y él está en constante espera a que nosotros nos demos cuenta de que es a él, al que necesitamos. ¡Sí! Él nos da la gracia de la fe, es por él que sabemos que Jesucristo vino a hablarnos del perdón que solo lo encontramos cuando estamos en comunión con él, en armonía; cuando aprendemos que mientras mas nos acercamos a él, recibimos mayores bendiciones.

Si acabamos de tomar un buen vino, añejado, ¿por qué cambiaríamos a uno nuevo, tal vez sin sabor, sin esencia? Nos sucede igual con Dios, nuestro Señor. Más lo conocemos, más queremos estar con él. En la doctrina de la iglesia, hay un libro muy interesante que nos ayuda a entender las cosas de Dios. En él encontramos las definiciones de los mandamientos y los sacramentos y nos ayudan a entender por qué rezamos el Padre Nuestro, el Ave María, nos enseñan el significado de muchas cosas, que tal vez de chicos no logramos entender. Es un buen libro que puedes regalarte a ti mismo, se llama Catecismo de la Iglesia Católica. Con él aprendemos a vivir los dones del Espíritu Santo, porque los podemos entender y una vez conociéndolos, los desarrollamos de acuerdo a lo que Dios espera de cada uno de nosotros, al ponerlos al servicio de los demás.

Conocer la Palabra de Dios, nos fortalece, es una herramienta que nos guía hacia la felicidad. Sí, es verdad que también en el camino tenemos tormentas y contratiempos, pero al conocer a Dios, tenemos una visión más amplia para aprender a aceptar aquello que es difícil, y que nos duele. Conocemos que el dolor es parte del camino que hay que recorrer, nos damos cuenta que somos vulnerables, que no lo tenemos todo resuelto y confiamos en que no estamos solos, en que Dios es nuestro auxilio, el que nos consuela, el que calma nuestra angustia, el que nos da respuestas llenos de esperanza porque sabemos que nos ayudan a salir adelante.

Recordemos que una vez que hemos probado del mejor vino, no queremos cambiarlo. Es Dios en nuestro corazón, que una vez que lo hemos reconocido, ya nunca vamos a buscar beber de un vino vacío de sabor. Vivamos con alegría el amor de Dios y aceptémoslo en nuestros corazones como el tesoro más grande que vamos a tener.

Propósito de hoy: Padre de amor, ilumíname para que, una vez que haya probado de tu amor, no quiera separarme jamás de ti.