Mateo 19, 13-15 “Dejen a los niños y no les impidan que se acerquen a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos”.
Ser como un niño, eso le gusta mucho a Jesús. Porque los niños tienen un corazón limpio, no conocen de maldad, no procuran el mal, siempre están necesitados de la atención de los demás y confían ciegamente.
Nosotros al crecer, dejamos de pensar como un niño, ya no tenemos confianza en los demás y dudamos de la existencia de Dios. Un niño que crece en un hogar donde se reza al dormir, a la hora de tomar los alimentos o por la mañana, va adquiriendo su fe. Y continúa pidiéndole a Dios que lo cuide, que lo ayude, que lo ame. Un niño sabe que necesita a Dios y sabe también que no puede solo.
Y tú, ¿aún rezas?, ¿sigues confiando en Dios?, ¿crees que lo necesitas en tu vida? Vamos observando nuestro comportamiento para darnos cuenta si seguimos viviendo como un niño necesitado del amor de Dios, o si ya somos tan autosuficientes que olvidamos hacer oración, que ya nos creemos capaces de vivir con autoridad propia porque nos sabemos más inteligentes que los demás y no entramos en la categoría de los humildes que perdonan y piden perdón. ¿Quién somos en realidad?
Como un niño, somos hijos de Dios y sabemos que es nuestro Padre Celestial y que no nos deja solos. Comprendemos que nos enseña a hablar con su verdad, a ver las cosas con la transparencia de sus ojos, y a servir a los demás, como nuestro Hermano Jesús nos ha servido a nosotros. Todos necesitamos el
amor con que Dios cuida a si Hijo Jesucristo, porque también somos sus hijos y él es nuestro Padre amado que nos lleva de la mano por el camino de la justicia, de la libertad y de la paz.
Que nunca dejemos de creer en Dios y que sigamos pidiéndole su amor, como cuando éramos niños.
Propósito de hoy: Quiero vivir como un niño, fiel a mi oración recordando que Dios es mi Pastor y que con él nada me hace falta.