Mateo 16, 24-28 “Dará a cada uno lo que merecen sus obras”.
En Mateo 16, Jesús nos hace un llamado: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga”. Y nos podemos preguntar, ¿cómo es eso de tomar nuestra cruz?
Dios nos ha dado un poder sobre nosotros mismos que nadie nos puede quitar, se llama ‘libre albedrío’. Que significa que cada uno tenemos la libertad de hacer y deshacer, de elegir, de maltratar, de abusar, de ir y venir, de amar y de perdonar, por mencionar esa libertad; algo así como hacer de nuestra vida lo que creamos mejor para nosotros mismos. Y en ese libre albedrío está también tomar buenas o malas decisiones, vivir las obras de misericordia como proteger, alimentar, cuidar, atender a los demás. Dios incluso, nos da la libertad de seguirlo o de hacerlo de lado y aún así, él nos ama. Sin embargo, como sabemos cada decisión tiene una consecuencia, sí, a veces mala y ojalá que muchas veces buena.
Tomar nuestra cruz, es saber aceptar el camino que vamos recorriendo, que es un camino rocoso, lleno de tormentas, de praderas verdes, de espinas, de amores y desamores. Pero es aceptar con valentía, sin estarnos quejando constantemente ‘de la vida que me tocó’. Sí, es verdad que muchas veces somos herederos de un pasado familiar, pero también es verdad que nosotros vamos construyendo nuestro camino. Tenemos la facultad de cambiarlo, de modificarlo, de hacerlo más perfecto cada día más hasta llegar a donde queremos. No podemos seguir siendo víctimas de un pasado que ha quedado atrás.
También nos preguntamos, ¿cómo? Yo solo no puedo, nadie me ayuda y ahí la víctima personal sale a relucir con palabras mayúsculas y ¡claro que solo no puedes!, ¡pero tampoco te va ayudar el dinero, ni el carro lujoso, ni las amistades socialmente pudientes que conoces!, ¡ni tu soberbia, o el presumir que todo lo sabes, o tu arrogancia porque te crees superior a los demás!…no.
¡Lo único que nos salva, es el amor de Dios!
“¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida?”, nos pregunta Jesús y perdemos nuestra vida al darle mayor importancia a las cosas del mundo y nos olvidamos, como nos dice este Evangelio que: “el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces dará a cada uno lo que merecen sus obras”.
Tenemos un llamado a tomar nuestra cruz con alegría, reconociendo que es el amor, la misericordia y la fortaleza de Dios la que necesitamos en nuestro camino, para que nuestras obras den fruto abundante, para afrontar nuestro dolor, nuestro sufrimiento, con la fortaleza que nos da el Espíritu Santo, de manera que sepamos aceptar esa cruz y podamos dar a los demás el amor que tenemos, aún dentro de nuestro propio dolor.
Propósito de hoy: Padre, que mi oración me fortalezca para aceptar con amor el camino que debo recorrer hasta llegar a ti.