5 DE AGOSTO: QUIERO RESPONDER A TU LLAMADO CON INTENCIÓN.

Mateo 14, 22-36 “Ven”.

¿Que hacemos cuando nos llaman nuestros padres, o alguien que nos espera? Corremos a atender el llamado con la confianza de que nos espera alguien que se preocupa por nosotros.

Jesús, en medio de la tempestad cuando sus discípulos lo confunden con un fantasma, les dice que no tengan miedo que es él. Pedro le dice que le permita ir hacia él y claro que Jesús lo anima. Le da su gracia para que él pueda caminar sobre las aguas y llegar hacia él. Pero, ¿que pasa? De entrada, el discípulo empieza a caminar confiando en el Señor, hasta que algo lo distrae y empieza a hundirse.

Y nos preguntamos ¿qué pasó? El viento. Sí, Pedro se distrajo en sí mismo y en su entorno, al grado que dejó de ver a Jesús y al perder esa confianza no logró mantenerse en pie.

La mano de Jesús lo detuvo, al tiempo que le preguntó por qué había dudado. Esa pregunta seguramente el Hijo de Dios nos la hace con frecuencia, ¿por qué dudas? Y tal vez cada día nos dice lo mismo que a él, muy merecidamente: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”.

Y es momento de responderle.

El Papa Benedicto nos explica este pasaje del Evangelio de Mateo de una manera sencilla y nos dice: “El mar simboliza la vida presente y la inestabilidad del mundo visible; la tempestad indica toda clase de tribulaciones y dificultades que oprimen al hombre. La barca, en cambio, representa a la Iglesia edificada sobre Cristo y guiada por los Apóstoles”. Es importante que pongamos atención a sus palabras. Nosotros somos esa barca, edificada sobre Jesucristo y la tempestad son todos los problemas que se atraviesan en nuestro camino, por lo general como consecuencia de nuestras acciones, por alguna enfermedad o porque no tenemos fe.

¿Qué tan fácil nos distraemos de las cosas de Dios? ¿Cuánto tiempo dedicamos a detenernos del quehacer diario para compartirlo con él? ¿Dónde está puesta nuestra esperanza?

Si, tal vez es muy buen momento de sentarnos a reflexionar sobre lo que hacemos, lo que omitimos, lo que odiamos y lo que amamos. Hacer un examen de conciencia para rectificar en aquello que nos hace dudar en la Palabra de Dios, que es Palabra de vida eterna, de verdad, de perdón y de amor infinito.

Propósito de hoy: Padre, quiero escuchar tu voz para responder con intención cuando me dices: “ven”.