Mateo 14, 1-12 : “Dame, sobre esta bandeja, la cabeza de Juan el Bautista”.
Que crueldad la de Herodes, que mandó degollar a un hombre justo.
Juan, el Bautista, el que vino a anunciarnos la llegada de Jesucristo, fue asesinado por un capricho. ¿Cuántas veces hemos actuado por un capricho? Y de esas veces, ¿cuántas nos han salido bien?. Por lo general un capricho es un deseo irracional, pasajero, aparente, es una determinación inspirada por un antojo y en este caso, Herodes concedió un deseo impulsado por un capricho, contra un hombre bueno.
Cuenta el Evangelio que Herodes vivía con la mujer de su hermano y que Juan le dijo que era incorrecto. Fue entonces, que la mujer le pidió a Herodes la cabeza del Bautista y éste, lo mandó degollar para quedar bien ante la sociedad complaciéndola, entregándole la cabeza en una charola, frente a todos los invitados.
¿Te puedes imaginar la escena?
Cuántas personas mueren o son lastimadas por maldad, porque cuando hacemos algo mal, queremos silenciar las voces de aquellos que tratan de corregirnos. ¿Has estado en una situación similar? Sin embargo, nunca es tarde para Dios; él perdona nuestros corazones arrepentidos. Él tiene misericordia de sus hijos y nos ayuda a recapacitar en nuestras acciones con la esperanza de que en un futuro, jamás cometamos los mismos errores.
Jesús nos invita a comprometernos con él, a pensar en él, a aprender de él. Cuando vivimos haciendo el bien y deshaciéndonos de comportamientos caprichosos, soberbios, o egoístas, empezamos a escuchar la Palabra de Dios. ¡Sí! Lo escuchamos a él que nos inspira a querer llegar al Reino de los cielos. Nos acercamos a la oración, conocemos los dones del Espíritu Santo y los desarrollamos para el bien común para que el fruto que demos sea bueno y abundante. Para ser inspiración en aquellos que escuchan nuestra voz hablar del Hijo de Dios, de sus milagros, de su poder de sanación. Para quienes están atentos y dispuestos a ese compromiso que no es otra cosa que desear recibir el amor de Dios en el corazón.
Que no seamos motivo de dolor para nuestra familia, que no nos dejemos llevar por el odio o la venganza, que aprendamos a ver a los demás con los ojos de Jesucristo para reconocer en ellos el amor de Dios.
Propósito de hoy: Que nada me turbe, que nada me haga cometer una injusticia hacia personas que no piensan como yo. Padre, te pido que ningún capricho me haga apartarme de ti. Amén.