Mateo 13, 10-17 “Este pueblo ha endurecido su corazón”.
¿Acaso somos nosotros ese pueblo?
Jesús nos habla en este Evangelio sobre la profecía de Isaías, que dice: “Ustedes oirán una y otra vez y no entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos, con el fin de no ver con los ojos ni oír con los oídos, ni comprender con el corazón. Porque no quieren convertirse ni que yo los salve”.
“Porque no quieren convertirse ni que yo los salve”, ¡qué profundo! Y en el mundo en que vivimos, esta profecía pareciera que se escribió el día de hoy. No queremos convertirnos, porque la conversión implica compromiso y los compromisos solo queremos hacerlos en el trabajo, en la escuela o en ser superior a los demás; que no está mal, pero si en esa conversión nos enfocamos primero en hacer el bien, en apoyar a nuestro hermano, en servir a nuestros mayores con alegría, o en bendecir a nuestros hijos, en derramar nuestros dones para el beneficio de todos, en seguir la Palabra de Dios y obedecer sus mandamientos, ¿No estaríamos acaso, en un mejor lugar en nuestra vida? ¿No avanzaríamos más con la protección de Dios Padre? ¿No tendríamos mejores resultados, un mejor desempeño en nuestros compromisos, una mejor manera de vivir?
La vida nos ha endurecido el corazón, principalmente porque no sabemos enfocar nuestro dolor, o las frustraciones, o la soledad. ¿Y qué pasa? ¡Nos protegemos!, sí, es verdad, pero no nos protegemos con el amor de Dios y así es como entrenamos a nuestro corazón a ser insensible…para que no nos lastimen. Sin embargo, cuando nuestro auxilio nos viene del Señor, nos enfrentamos, sí, a una vida difícil, porque las penas no se desaparecen, pero lo hacemos sabiendo que Dios no nos deja solos. No, él está dentro de ese corazón endurecido esperando que lo dejemos consolarnos, hambriento de nuestro amor y de nuestras palabras diciéndole: ‘Padre de Amor, se que eres parte de mí, que te necesito para sanar. Quiero oírte, para escuchar tu mensaje; quiero verte, para entender tu verdad. Ya no quiero cerrar mis ojos, ni tapar mis oídos ni un día más, porque se que al comprender tu amor con mi corazón, ya nunca más tendré miedo, ¡tú eres mi salvación!’.
Hagamos esta oración parte de nuestra rutina diaria para acercarnos cada día más a Dios nuestro Señor.
Propósito de hoy: Padre, que mis ojos y mis oídos jamás se cierren ante tu Palabra de vida, de verdad, de perdón y de amor. Ablanda mi corazón para dar testimonio de que tú vives dentro de él.