Juan 20, 1-2, 11-18 “¡He visto al Señor!”
¡Bendita Santa María Magdalena que pudo ver al Señor!
Hoy la recordamos como aquella mujer a quién Jesús llamó por su nombre: “María” y esa palabra significó la dignidad de la mujer, no solo de ella, sino de todas nosotras mujeres valerosas que hemos sido tocadas por el amor infinito de Jesucristo nuestro Señor.
María, la “Apóstol de los Apóstoles”, la elegida por Jesús para anunciar su regreso, la primera que lo vió después de resucitar. La que, al conocer a Jesús, vivió una vida de amor, de ese incondicional que aprendió de su Maestro, la que nos ha identificado, después de nuestra Madre La Santísima Virgen María, como personas dignas del amor de Dios.
Jesús le pregunta: “Mujer, ¿Por qué estás llorando?” Y le dice que él aún tiene que ir con Dios, nuestro Dios y que ella tiene que ir a anunciarle a los demás que lo ha visto; porque el milagro de la resurrección del Hijo de Dios, como lo había anunciado, se cumplió.
Muchas personas se preguntan, ¿Por qué Jesús eligió a una mujer para anunciar que había resucitado? Y dentro de las posibles respuestas, la que a mi me gusta pensar es esa, donde Jesús pone a la mujer como pilar esencial de su iglesia.
María Magdalena, que estuvo en el mejor lugar, junto a Jesús, ungiendo sus pies con aceites finos, fue elegida para representar el perdón. Se dice que Jesús expulsó de ella 7 demonios; 7 dolores y sufrimientos que ella venía cargando durante mucho tiempo y fue el Hijo de Dios quién la liberó, quién le dió un lugar esencial en la sociedad, en tiempos donde la mujer no tenía valor. Ella se convirtió en la voz de nuestro desierto, en nuestra abogada y defensora ante la injusticia contra la mujer de aquel entonces. Ella compartió la Palabra de Dios con valentía y compromiso a toda persona que quería conocer a Jesucristo; sí, ella dió testimonio de ese amor misericordioso, mismo que sanó sus heridas y curó su alma. La Magdalena, humilde de corazón, mujer agradecida, amorosa y digna.
En María Magdalena, encontramos la gracia del perdón de Dios para todos sus hijos. La recordamos este día, en que ella encontró una razón para vivir, y se convirtió en discípula de Jesús, llevando su Palabra de amor a los demás.
Propósito de hoy: Santa María Magdalena, ruega por mi y ayúdame a ser un verdadero discípulo de Jesucristo, compartiendo con los demás su verdad, su vida y en especial su amor que perdona y renueva, que fortalece y que anima a no darnos por vencido, aún si vamos cargando con nuestros propios demonios. Intercede por mí, para que Dios Padre sane mi alma y pueda yo, ser testimonio de su infinito amor.