8 DE MAYO: ABRO MI CORAZÓN A TI.

Juan 6, 44-51 “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”.

Jesús es nuestro alimento, sí, el alimento que nos lleva al Padre, ése que nos lleva por el camino hacia la vida eterna. Y a la vez, es el Padre el que nos lleva a Jesús, porque el lo ha enviado para que al conocerlo y seguir sus obras, diéramos testimonio de fe.

Hoy día pareciera que vivimos una ‘fe muy suave’, no nos gusta comprometernos a hacer las cosas bien y en el nombre de Dios. Tal vez sí vamos a misa el domingo, pero, en el regaño del sacerdote nos salimos del contexto de la Palabra de Dios, no podemos escucharlo bien, el ruido nos interrumpe y salimos del templo recordando que el sacerdote nos regañó, o nos dijo que la colecta no es suficiente, o algo similar que nuestro propósito al ir a escuchar la Palabra de Dios se perdió. Sin embargo, Dios quiere que aprendamos a oírlo aún ante las distracciones del mundo. Ésas siempre van a estar ahí y si nos dejamos llevar por esa ‘fe suave’, jamás vamos a concentrarnos en escuchar su voz.

Es ahí donde debemos preguntarnos si estamos dejando que alguien más moldee nuestra fe, ¿le estamos dando poder a los demás de alejarnos de Dios? Todos somos discípulos de Dios, nos lo dice este Evangelio de Juan y todos los que lo escuchamos y ponemos en práctica sus palabras, vamos a llegar a su Hijo. En nuestra vida, la fe consiste en querer abrir o cerrar nuestro corazón a Dios. ¿Lo vamos a dejar entrar? ¿Vamos a permitir que nuestro corazón sea sensible al corazón de Jesucristo? ¿Queremos tener una vida superflua donde Dios se amolde a nosotros cuando nos conviene? ¿Estamos dejando que otros nos alejen de la Palabra de Dios?

Jesús es el pan de vida y todos los que nos alimentamos de él, tenemos una mayor probabilidad de no morir jamás, él es el pan que bajó del cielo: ”El que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”.

¡Hoy es el día de tomar acción! Sí, que tal si comenzamos a buscarlo en la oración, en la bondad, en el amor a nuestro prójimo, pero…¡con el propósito de encontrarlo¡ es que Dios ya vive en nuestro corazón, no lo endurezcamos ante su presencia, permitámos conscientemente que el Espíritu de Dios actúe en nosotros, ¡hay que darnos cuenta! No tengamos una ‘fe suave’, abramos nuestro corazón para que ésta se fortalezca con el amor de nuestro Señor Jesucristo, para que entonces, si podamos escuchar su voz en ese desierto de nuestro corazón.

Propósito de hoy: Padre, llévame hasta tu Hijo Jesucristo para escuchar su palabra sin distracciones y poder vivirla dando testimonio de fe por medio de mis acciones hacia los demás. Que tu amor fortalezca mi espíritu.