Mateo 28, 8-15 “No tengan miedo”.
¡Es que Jesús resucitó!
Ese miedo que sintieron las mujeres al encontrar el sepulcro vacío, cuando escucharon la voz de Jesús, ¡se convirtió en gozo, en alegría, en amor!
¡Nuestro Maestro está vivo!
Y vemos cómo, los sumos sacerdotes y los soldados se asombran, ideando un plan para no tener que dar fe de la resurrección del Nazareno: “Digan: ‘Durante la noche, estando nosotros dormidos, llegaron sus discípulos y se robaron el cuerpo”.
¿Te puedes imaginar? Ellos sí que tenían miedo. Pero nosotros como discípulos de Jesús y como María Magdalena, ¡Nos alegramos porque el Misterio de la Pascua ha culminado con la Resurrección del Hijo de Dios! Y decimos: ¡Aleluya el Señor, resucitó!
Es tiempo de conversión para todos. Sí, también para ti y para mí. Vamos aumentando nuestra fe en la oración, en la práctica de las obras de misericordia; sí, en la compasión ayudando al enfermo, visitando al que está privado de su libertad, escuchando al que está solo y estando al pendiente de lo que necesitan los demás. Recordemos que nosotros también estamos en ese lugar de necesidad, y que imitando a Jesus, podemos caminar juntos para que nos acerquemos más a Dios. Y es que, es por medio de Jesús Resucitado que nos preparamos para acompañar y servir, para amar y perdonar y para hacernos susceptibles al dolor de los demás.
¡No tengamos miedo al amor de Jesús! Al contrario, que sea su ejemplo el que guíe nuestro camino hacia la bondad y la misericordia para entender mejor a nuestro hermano, para aceptar a nuestro amigo sin cuestionarlo tanto, para saber que nacemos a un nuevo día, renovados ante el infinito amor de Dios.
Propósito de hoy: Gracias Padre, porque con la resurrección de tu Hijo, fortaleces mi fe donde encuentro respuestas, que me ayudan a no tener miedo y me haces una persona nueva que solo quiere imitar el amor de Jesús en mi corazón.