Juan 20, 1-9 “Vio y creyó”.
Que grande es Dios, que nos da siempre la oportunidad de creer en él, sin dejar de amarnos.
El sepulcro vacío y el sudario, con el cuál se cubrió el rostro de Jesús, estaba doblado a un lado y no en el suelo, junto a la túnica. Y nos queda pensar, que fue una indicación para entender que el plan de Dios se había cumplido con todos los detalles necesarios, en orden, con calma, en la plenitud de su verdad.
¡Jesús resucitó, Aleluya!
Cantemos todos con alegría, hoy Domingo de Resurrección en que Jesucristo nace a la vida en nuestro corazón, una vez más. Dios quiere que cada año comencemos como si fuera la primera vez que entendemos que ahí, en la cruz, nos hizo el mejor regalo que vamos a recibir en nuestra vida.
Nos dió un regalo de amor.
Nos dió a si único Hijo para decirnos que siempre hay una esperanza para un mejor mañana. Que la vida se vive por momentos que a veces son alegres y otros no tanto, pero nos recuerdan que, en el entendimiento de Dios, nada queda en la obscuridad.
La Resurrección de Cristo, nos llama a comprometernos, nos invita a reconciliarnos con aquellos que hace años dejamos atrás, tal vez porque el poder nos hizo sentirnos superiores, o tal vez los llegamos a ver inalcanzables dentro de su propio egoísmo, o tal vez solo nos olvidamos y no fuimos portadores del amor que llevamos en el corazón hacia ellos.
Jesús nos deja el perdón del Padre y ahí, en la cruz, nos pide que dejemos nuestros pecados para que podamos entrar por ese camino nuevo, que se abre con su muerte.
Vamos a vivir conscientemente, que nuestro actuar sea con intención y ésta que sea para el bien común. Que escuchemos a Dios a travez de la vida de Jesús, que nos identifiquemos con su dolor, con esa necesidad de compartir su amor por nosotros y que este día renovemos nuestra fe, para que decidamos vivir en paz unos con otros, sin crucificarnos.
Que hoy, resucite el amor de Dios en nuestro corazón dormido, para vivir en la plenitud para la que fuimos creados cada uno, por la mano de Dios.
Propósito de hoy: Padre, que tu resurrección me ayude a ver que cuando siembro buen fruto de amor, la cosecha es fértil y abundante en mi camino.