1 DE ABRIL: CREO EN TU PALABRA QUE SANA MI ALMA.

Juan 5, 1-16 “Mira, ya quedaste sano. No peques más, no sea que te vaya a suceder algo peor”.

Imaginemos la voluntad de un hombre inválido que quiere sanar, pero que sus circunstancias no se lo han permitido. Su situación de calle, en un abandono aparentemente total, lo tienen atado al suelo sin poderse valer por sí mismo, por más de 30 años, nos dice el Evangelio de Juan. Sin embargo, a él lo que lo diferencía de los demás, es su fe. Él cree en Jesucristo y sabe que si le pide que lo sane, a Jesús no le va a importar qué día es. La costumbre judía es que el sábado no se trabaja y a Jesús lo querían apresar precisamente por que él curaba enfermos y expulsaba demonios según se los encontraba en el camino, aún si era sábado.

Cuando Jesús le pregunta: “¿Quieres curarte?”, se estremece algo dentro de nosotros porque esa es la pregunta que Jesús nos hace cada vez. ¿Queremos curarnos? O,¿queremos seguir igual? Es un buen momento para recapacitar en nuestro quehacer diario, en la manera en que lidiamos con los problemas, en cómo enfrentamos a quienes piensan diferente a nosotros; recapacitar en nuestro servicio al prójimo, en nuestras virtudes y en aquello que nos lastima.

La sanación de Dios, se hace presente todos los días. Él está al pendiente de nosotros y desea que vivamos con la certidumbre de que él nos lleva de la mano; que es su misericordia la que nos cura. A nosotros nos corresponde trabajar en nuestra fe, como la de este hombre, que esperaba a Jesús para pedirle que tuviera piedad de él. Y Jesús le dice: “No peques más”.

De los Sacramentos más sanadores es el de la Reconciliación. Y como bien lo dice es para podernos liberar de nuestro dolor y reconciliarnos con los demás, con Dios y con nosotros mismos. Acercarnos a un sacerdote a confesarnos, nos ayuda a que nuestro dolor sea menor, nos abre una puerta que nos acerca a aquellos a quienes hemos hecho un mal y también nos ayuda a aceptar cuando quien nos ha lastimado, nos pide una disculpa. Y por medio de ese perdón, que nos hace más a la imagen de Cristo, se llega a la Eucaristía, a estar libres de pecado para recibir la comunión de Dios. Es entonces, cuando nos disponemos, con intención, a no pecar más.

Que nuestras acciones hablen por nosotros, que nuestra fe se fortalezca con la oración y que sea Dios quien nos permita obtener la gracia del perdón, para poder sanar nuestro corazón y llenarlo con ese amor que Jesucristo ha venido a entregarnos.

Propósito de hoy: Padre, ¡Quiero sanar! Ayúdame a aumentar mi fe, para confiar en tu poder sanador y caminar a tu lado, en medio de la obscuridad que a veces vivo, incapacitado de levantarme por mí mismo. Dame tu gracia para seguir creyendo en tu Palabra de Vida eterna, para que sane mi corazón.