Lucas 13, 1-9 “Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono, para ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré”.
¡La misericordia de Dios!
Este viñador le pide a Jesús tiempo, antes de cortar una viña que en tres años no ha dado fruto y nos preguntamos: ¿Cuanto tiempo nos da Dios para que demos fruto abundante de amor? Y la respuesta es: ¡Todo el tiempo necesario!
Jesús nos ama, y quiere que descubramos nuestros dones y talentos y que aprendamos a compartirlos con los demás. Sí, es cierto que tal vez nos tome mucho tiempo descubrir lo que tiene Dios para nosotros, lo que nos ha regalado, como la capacidad que tenemos para ser buenos, para perdonar y para comprender que en nuestras diferencias tenemos algo en común: el amor de Dios.
La misericordia de Dios, no tiene límites. Nos espera un día, un mes, un año o tres. Él es paciente, él sabe esperar y sin prisas, a que nosotros nos demos cuenta cuánto nos ama. Jesus habla de compasión y la compasión no es otra cosa más que amor. Y el amor de Dios es infinito. Jesús nos espera y cada día, está ahí con el deseo ardiente de que nos demos cuenta que está presente en nuestra vida. De que tenemos, cada mañana, una oportunidad para brillar en su nombre, para darlo a conocer con aquellos que convivimos y para amarlo.
¿Lo has comprendido?
Si a veces sentimos que hay soledad en nuestro camino, tenemos que voltear a reconocer el rostro de Dios en los demás. Sí, ver a Jesús en el señor de la limpieza, en la señora de la tiendita, en la sonrisa de nuestros hijos o sobrinos y darnos cuenta de que hay algo más grande que nosotros mismos, que ahí está Dios, en la espera de que nuestro corazón lo reciba, lo deje entrar, de que se despierte ante la verdad de su Palabra de amor. Nosotros nunca estamos solos, a veces nos gusta creer que no necesitamos de nadie y mucho menos de Dios, pero es cuando abrimos nuestro corazón y nos llenamos de ese amor incondicional que podemos reconocer con humildad que es Dios, el nos espera como la luz en la obscuridad de nuestro corazón.
¡Vamos abriendo nuestro corazón a la luz del amor de Dios, para que ilumine nuestro corazón con amor y misericordia!
Propósito de hoy: Padre, dame tiempo para saber reconocerte y aprender a recibir tu amor que me guía en la obscuridad para salir adelante ante cualquier adversidad.