Lucas 4, 1-13 “Concluidas las tentaciones, el diablo se retiró de él”.
Este Evangelio de Lucas nos habla de las 3 tentaciones que el diablo le hizo a Jesús mientras oraba en el desierto durante 40 días. ¡Sí, también Jesús tenía que lidiar con las tentaciones del diablo!
Es encantador y su voz tentadora y se acerca silenciosamente a seducirnos. Ese es el diablo. Y muchas veces nos dejamos llevar por lo bien que suena su propuesta. “Si eres el Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan”, le dice a Jesus; “A mí me ha sido entregado todo el poder y la gloria de estos reinos, y yo los doy a quien quiero. Todo esto será tuyo, si te arrodillas y me adoras”, le miente y continúa retándolo: “Si eres el Hijo de Dios, arrójate desde aquí, porque está escrito: Los ángeles del Señor tienen órdenes de cuidarte y de sostenerte en sus manos, para que tus pies no tropiecen con las piedras”. Sin embargo Jesús con la sabiduría de Dios, le contesta: “Está escrito: No sólo de pan vive el hombre”. “Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo servirás”. “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”. Y con la fortaleza del Padre. El diablo se da por vencido.
Y en nosotros ¿Que tan fuerte es nuestra fe? Se necesita buenos cimientos para resistir las tentaciones del mal. Decir que no a las drogas, al alcohol, a los vicios, a la vocecita que nos quiere alejar de la voluntad de Dios, requiere una fuerza de voluntad que solo se iguala con la gracia de Dios. Solos no podemos, necesitamos del Espíritu de Dios, de su fortaleza, de su amor infinito para vencer todo lo que nos ocasiona miedo o nos altera la escala de valores por la que nos regimos.
Dejemos entrar la Palabra de Dios a nuestro corazón para vivirla, para aplicarla a nuestras decisiones, y para poder perdonar y vivir en armonía con los demás.
Propósito de hoy: Padre, que sea tu Palabra de amor la fortaleza ante mi debilidad, para vencer las tentaciones del demonio.