Marcos 3, 22-30 “Una familia dividida tampoco puede subsistir”.
Jesús nos habla de la importancia de la unión familiar en este Evangelio, donde los escribas lo acusan de ser el demonio, porque está sanando a personas endemoniadas. Él les dice: “si Satanás se rebela contra sí mismo y se divide, no podrá subsistir, pues ha llegado su fin”, por consiguiente solo Dios tiene el poder en sus manos y lo utiliza para sanar y vencer al diablo. Una familia que está dividida, como Satanás quiere, no va a poder salir adelante. Siempre habrán obstáculos como los vicios, la droga, y el poder, que divida a unos con otros y que los aleje cada vez más del poder sanador de Dios.
Y tú, ¿Cómo estás con tu familia? ¿Te has dejado seducir por las tentaciones que te estropean tener un corazón puro que ame a su familia? Con Dios, todo es posible. Sí, aunque nos de miedo, cuando confiamos en el Señor, nuestro dolor va a ser menor, vamos a poder mantenernos unidos y no nos vamos a alejar de él. El primer paso, es darnos cuenta que Jesús quiere lo que es mejor para cada uno de nosotros y nuestra familia y por eso, nos fortalece cuando creemos en su Palabra.
Hay ocasiones que sentimos que no podemos hacer algo diferente para conservar la paz y el amor en la familia, sin embargo, cuando vamos a misa juntos, cuando rezamos el rosario, cuando bendecimos nuestros alimentos, estamos poniendo en práctica nuestra convivencia familiar con la presencia de Dios.
Vamos dando el primer paso y acercarnos a nuestro hermano a pedirle perdón si es necesario; siempre hay espacio para crecer, para aprender y para sanar. Solo hay que aceptar que con Dios, ningún demonio va a alejarnos de nuestra familia y mucho menos de Jesucristo nuestro Señor.
Propósito de hoy: No quiero permitir que el mal venga a separarme de las personas que amo, y por eso me voy a aferrar al amor de Dios para yo poderlo compartir con mi familia y mis amigos, siempre, con fe y esperanza.