Marcos 2, 23-28 “El Hijo del hombre también es dueño del sábado”.
Jesús que era asediado por aquellos que no confiaban en él, era criticado al grado que terminó injustamente clavado en una cruz. Cada vez que expulsaba un demonio, o sanaba a un leproso, o en este caso que sus discípulos arrancaban espigas al paso del camino en sábado, los fariseos le llamaban la atención cuestionando su manera de actuar y de aquellos que lo seguían. Jesús les contesta con autoridad que: “el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado. Y el Hijo del hombre es dueño del sábado”.
Como aquel día en que Jesús cuestiona si es preferir dejar a un enfermo morir porque es sábado a sanarlo, y la respuesta es la lógica de la compasión, en el quehacer de Dios.
Muchas personas que creen que siguen los mandamientos de la ley de Dios, se olvidan que lo que dicen debe coincidir con lo que hacen. Y si lo que hacen va en contra de los principios morales que nos enseña Jesucristo, entonces no van a dar frutos de amor.
Jesús es nuestro ejemplo, es el camino que nos lleva al perdón, y a hacer el bien.
Si somos como los fariseos, nuestro camino se va a desviar. Antes de cuestionar a otros, debemos ser capaces de ver nuestros propios errores y el que esté libre de pecado: ¡que tire la primera piedra!. A veces nosotros somos esos fariseos, que ponemos más atención en “decir” que amamos a Dios, que respetamos a nuestros padres, que no juramos en nombre de Dios, ni robamos, ni levantamos falsos y mucho menos deseamos los bienes de los demás; pero que hacemos todo lo contrario a lo que decimos. Maltratamos a nuestros padres porque nos desesperan, blasfemamos contra Dios, tomamos prestado sin permiso lo que no es nuestro, chismorreamos sobre los demás y creemos que nadie nos ve, que nadie se va a dar cuenta y malamente en el pensamiento de muchos, se da el creer que si nadie los ve, pues no sucedió.
Jesús es dueño del sábado y puede hacer todos los milagros que deba realizar y entre éstos, está el sanar nuestro dolor y curar nuestras heridas. De igual manera, nosotros debemos actuar como él, debemos encontrar respeto hacia nosotros mismos al momento en que hablamos y actuamos, sin contradicciones; aprender que el amor de Jesús es nuestra guía para imitar sus obras y para aprender de él que el perdón nos acerca más al Padre y que podemos ser un reflejo de su misericordia todos los días de nuestra vida.
Propósito de hoy: Padre, ayúdame a no cuestionar a los demás y a entender que cada persona lleva una cruz que desconozco y no debo juzgar; a recordar que es más importante cuidar mis acciones, a solo hablar por hablar, para poder ser un fruto de tu amor, en la vida de los demás.