Marcos 2, 18-22 “Nadie le pone un parche de tela nueva a un vestido viejo”.
Hay parábolas que cuenta Jesús, como ésta en el Evangelio de Marcos, que son difíciles de entender. ¿Qué pasa si remendamos un vestido con un trozo de tela nueva? Tal vez se va a encoger, o a romper de nuevo. ¿O cuando se pone vino nuevo en odres nuevas?. Y Jesús, tiene mucha razón, sería como contaminar el nuevo vino y desperdiciar la tela nueva en ese vestido viejo.
Cuando vivimos el amor de Dios, sentimos algo diferente en nuestro corazón, un aire de reconocimiento y nos damos cuenta cada vez más, que somos personas nuevas. ¡Nos renueva ese amor! Cada vez es un comienzo para nuestra fe y vamos a querer renovarla para poder compartirla con los demás.
Nuestras acciones de bondad nos acercan a una vida de amor, como la de Jesús, quién vivió para servir a los demás y debemos procurar que cada día nuestra vida tenga sentido. Sí, que al caminar tengamos la intención de que nuestras acciones nos beneficien a todos, que no hechemos a perder lo que es bueno, como nuestro corazón. Que podamos distinguir cuando nos equivocamos y que en lugar de parchar nuestros errores, comencemos de nuevo, corrijamos y procuremos dejar de cometer los mismos vicios que ensucian nuestra consciencia y que nos alejan del amor de Dios.
Ahora que ha terminado el Tiempo de Navidad, guardemos al Niño Dios en nuestro actuar diario, recordando siempre que su llegada nos abre a la posibilidad de encontrar en él una esperanza de amor. Seamos los primeros en abrazar la fe, en vencer las tentaciones del mal y en saber que la fortaleza del niño que nació en Belén, es nuestra fortaleza para vivir en la plenitud del amor se Jesús.
Propósito de hoy: Quiero construir una vida nueva donde mi propósito principal sea confiar en el Hijo de Dios, y llevar su amor a donde quiera que voy.