Marcos 1, 21-28 “¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret?”
¿Qué quiere Jesús de Nazaret contigo y conmigo?
Jesús llega a Cafarnaún a expulsar demonios, a liberarnos de nuestros temores, a darnos la paz. Lo vemos en este Evangelio de Marcos cuando los mismos demonios lo reconocen: “¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. El Santo de Dios, muy bien dicho, sabe el demonio muy bien que Jesús es el Hijo de Dios y ¡lo obedece también! “¡Cállate y sal de él!” , y éste pegando gritos sale y libera al hombre para llenarse de paz.
Así es Jesús, esa es su misión, liberarnos de todo mal. ¿Lo sabías? Cuando estamos tristes o desanimados, cuando nos sentimos frustrados y queremos vengarnos de alguien, cuando odiamos y no podemos perdonar…ahí está Jesús, para auxiliarnos, para, con su infinito amor, darnos la fortaleza para expulsar de nosotros esos demonios que a veces nos atan y nos impiden hacer las cosas bien. Se nos cierran las puertas al amor y se abren las de la violencia, muchas veces hacia nosotros mismos y nos queremos castigar porque no encontramos la manera de salir adelante. Y la respuesta la tiene Jesús, en su martirio hasta la cruz, en sus llagas abiertas, en el perdón de nuestros pecados.
Pensemos que cuando hay un problema, la respuesta no son los vicios, ni la violencia, no es la droga ni la prostitución; no, la respuesta está en la Sagrada Escritura, en la Eucaristía en los brazos de Dios.
Todos los que estamos aprendiendo a ver con los ojos de Jesucristo, dejamos atrás los deseos que manchan nuestra alma, como hizo él. ¿No crees que tuvo mil razones para despreciarnos? ¡Claro que las tuvo, lo mandamos matar! Pero su infinito amor, valió más que esas mil razones porque ese amor no es otro, mas que el amor del Padre por sus hijos, por su creación, por la humanidad. Jesús hecho Hombre, sintió igual que tú y que yo, sufrió las tentaciones del demonio y con la fortaleza que encontró en su Padre, no se dejó vencer. El nunca estuvo solo, él se fue a la montaña a rezar, él escuchó la voz de Dios, él confió y creyó y su fe era inigualable; sin embargo, tenemos la oportunidad de buscar igualarla, de querer ser como él, de seguir el ejemplo de fe hacia su creador. Somos hechos a imagen y semejanza del Hijo de Dios, tenemos la misma capacidad de amor, de perdón, de servicio que él, ¿por qué no imitarlo también?
Jesús de Nazaret es el Santo de Dios, el Ungido, el Mesías que ha venido a confortar nuestros corazones, a liberarnos de las cadenas del demonio, a llenarnos de paz para poder decirle que no, a las tentaciones del mal.
Propósito de hoy: Quiero que entres a mi vida, para quitarme el dolor que yo solo no puedo cargar y para decirte que necesito de tu amor para encontrar paz en mi alma.